BLOQUE 5



BLOQUE 5. La crisis del Antiguo Régimen (1788-1833) Liberalismo frente a Absolutismo

APUNTES DEL BLOQUE
                                                                       


                    I.                        Los prolegómenos de la guerra (1788-1808).
                 II.                        La Guerra de la Independencia (1808-13).
               III.                        Las Cortes de Cádiz.
               IV.                        La Constitución de 1812.
                  V.                        La restauración de Fernando VII (1814-20).
               VI.                        El Trienio Liberal (1820-23).
             VII.                        La Década Absolutista (1823-33).
          VIII.                        La pérdida del imperio colonial

I.                   LOS PROLEGÓMENOS DE LA GUERRA

El reinado de Carlos IV (1778-1808) se caracteriza por dos aspectos: el primero es la crisis económica y social de finales de siglo, que debilita al país en relación a otras potencias europeas que están arrancando con sus cambios económicos; y el segundo, la Revolución Francesa (1789), que mediatizará toda la política de este período, al ser vista como una amenaza, para el absolutismo de la Monarquía española, lo que arrastró al país a una guerra con Francia, antiguo aliado (guerra de la Convención, 1793-95). Posteriormente, la subida al poder de Manuel Godoy, cuya ambición personal le hizo caer en las redes de Napoleón, cambió la orientación de la política exterior española, haciéndose pro francesa y firmando una serie de tratados, los tratados de San Ildefonso,  que vinculaban a España a los intereses franceses, y que acabaron en una serie de episodios como el ataque a Portugal (1800, Guerra de las Naranjas) En general no fueron en nada favorables, como la derrota naval de Trafalgar (1805) frente a Inglaterra, lo que eliminó la categoría de España como potencia naval de primer orden.

Con la firma del Tratado de Fontenaibleau (1807) Godoy se comprometía a enviar tropas para la campaña contra Portugal al tiempo que un cuerpo de ejército francés entraría en España para marchar sobre Lisboa; pero en realidad las tropas francesas comenzaron a ocupar toda la península, estableciendo guarniciones en las ciudades más importantes y controlando las vías de comunicación. Estas noticias, las tropelías de la soldadesca revolucionaria, la falta de autoridad del monarca, el creciente desprestigio de Godoy, las intrigas palaciegas... ayudan a explicar el motín de Aranjuez (Marzo de 1.808). Obligado por las circunstancias Carlos IV destituye a Godoy y, días más tarde, abdica la Corona en favor de su hijo Fernando.

Napoleón aprovechó hábilmente estos incidentes y llamó a Bayona a Carlos IV y Fernando VII. Allí Fernando VII devolvió la corona a su padre y su padre abdicó en Napoleón. Estas son las “abdicaciones de Bayona”. Oficialmente, el trono estaba en manos de Napoleón, quién lo cedió a su hermano mayor, que adoptó el nombre de JOSÉ I.


II.                 LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

Estando así las cosas, y mientras las autoridades recomendaban al pueblo prudencia y obediencia a Napoleón, en Madrid, el día 2 de mayo se iniciaba, de manera espontánea, la rebelión del pueblo español en contra de la ocupación francesa y en nombre de Fernando.

No hay declaración de guerra, no hay tropas organizadas; la resistencia del pueblo español es total, improvisada y en inferioridad de medios. Con el país divido y ocupado, y un ejército debilitado, se forman espontáneas “Juntas” de notables en las ciudades, que organizan los medios de resistencia, luego se agrupan en Juntas Provinciales, y actúan en nombre de Fernando VII. 

Fases de la guerra:

1.- La primera se desarrolla en 1808-1809 y se caracteriza por el fracaso inicial de la ocupación francesa. El hecho de armas más destacado fue la Batalla de Bailén, donde las fuerzas napoleónicas del general Du Pont sufrieron una estrepitosa derrota ante las tropas españolas que envió la Junta de Sevilla, dirigidas por el general Castaños. Como consecuencia, los franceses se retiran a la línea marcada por el río Ebro, y cunde entre los españoles un optimismo bastante iluso. Precisamente esta derrota, la primera sufrida por los franceses en campo abierto, decidió a los ingleses a enviar un ejército expedicionario a Lisboa al mando del general Wellington.

2.-La segunda abarca entre 1809-1812 y es de claro predominio francés. Napoleón decide trasladarse personalmente a España para ponerse al frente de sus tropas y dar la batalla definitiva a los rebeldes: de hecho, la guerra en España será uno de los más graves problemas militares a los que tuvo que hacer frente. Los franceses recuperaron la mayor parte del terreno, tomando Madrid y derrotando a las tropas españolas repetida y sucesivamente, y sólo algunas ciudades, entre ellas Cádiz, se mantuvieron  libres de la ocupación. Esta es también la fase de predominio de la actividad guerrillera, en un territorio mayoritariamente ocupado por los napoleónicos. Su participación fue decisiva para debilitar al ejército de ocupación y, junto con los llamados sitios (Zaragoza, Gerona…) implicaron la participación de toda la sociedad en la guerra, que por cierto alcanzó muy altos niveles de crueldad por ambas partes. Fue una guerra total.

3.-La tercera fase ocupa los años de 1812-1813. La reducción del número y la calidad de las tropas acantonadas en España como consecuencia de la campaña de Rusia impulsaron la ofensiva de las tropas españolas, portuguesas e inglesas, comandadas por Lord Wellington. Las victorias de Arapiles, Vitoria y San Marcial señalan el ocaso y la retirada del ejército francés. Por el Tratado de Valençay  Napoleón reconocía de nuevo la soberanía de Fernando VII.

Las consecuencias de la guerra fueron profundas y muy negativas. El país quedó arrasado tras cinco años de guerra, con más de medio millón de muertos (sobre una población de unos 11 millones), entre las que se incluyen las víctimas de las epidemias (tifus, cólera, fiebres) y el hambre. Miles de mutilados, ciudades arrasadas (Zaragoza, Gerona, San Sebastián), grave deterioro de las industrias (a la que contribuyeron los aliados británicos), de las cosechas, abandono de cultivos, destrucción de edificios públicos e infraestructuras... En el plano del patrimonio de asistió a la destrucción de numerosos monumentos y el expolio de numerosas obras artísticas, que los oficiales franceses directamente robaban.

Para la Hacienda supuso prácticamente la ruina, lo que condicionará el reinado de Fernando VII, en quiebra casi permanente. Por último hay que destacar la cruel represión hacia los llamados “afrancesados”.


III.             LAS CORTES DE CÁDIZ

Además de una guerra, en España se estaba haciendo una revolución. Por eso, en 1810 se reunieron las Cortes en la isla de León (Cádiz), ya que esta ciudad era uno de los pocos territorios españoles que permanecían libres de la dominación francesa. La dificultad la convocatoria y de la elección de diputados de las provincias ocupadas, llevó a elegir suplentes entre los residentes en Cádiz, tanto para los diputados de la península como para los americanos. Finalmente unos 300 diputados se reúnen en la ciudad sitiada.



Entre los diputados había representantes de las tres tendencias políticas absolutistas (partidarios de la vuelta al absolutismo con Fernando VII, jovellanistas (que buscaban reformas moderadas) y liberales (cuya intención era la completa abolición del Antiguo Régimen).




En general, eran miembros del clero y burgueses intelectuales (90 clérigos, 56 abogados, funcionarios, militares, escritores…).    Su objetivo fue la redacción de una Constitución que garantizase las libertades de los ciudadanos, controlara el poder real, acabara con las instituciones del Antiguo Régimen y abriera para España un futuro de libertad y progreso.



El primer triunfo de los liberales fue conseguir que se formase una sola cámara, que el voto se estableciese por individuo, no por estamento.



1.      Se proclamó a Fernando VII como rey legítimo. Después, su labor previa a la redacción de la Constitución tendió a acabar con el Antiguo Régimen, mediante decretos:

2.      Abolición de la Inquisición. Atentaba contra la libertad individual, carecía de garantías procesales y daba un enorme poder a la Iglesia.

3.      Supresión de los señoríos jurisdiccionales, que implicó en la práctica que los señoríos se convirtieran en propiedades directas de los antiguos señores, quienes sustituyeron los antiguos derechos por rentas monetarias.

4.      Libertad de empresa: fin de los gremios. Se decreta la libertad de producción, de contratación y de comercio.

5.      Libertad de contratación en el campo. Aparecen los peones o jornaleros del campo.

6.      Se eliminan los privilegios de la Mesta, dado que con sus derechos de paso del ganado y otras ventajas, limitaban la libre explotación de las tierras. Además, iba contra el mercado libre.

7.      Eliminación del mayorazgo, al declararse la propiedad libre (todo puede ser vendido y comprado) y sólo atribuible a particulares.

8.      Se decreta la desamortización (expropiación de tierras para aumentarla productividad) de las órdenes religiosas militares, y de los jesuitas. No llegó a aplicarse.

9.      Incautación de bienes de traidores, Inquisición, Ordenes Militares y conventos




IV.             LA CONSTITUCIÓN DE 1812.



Además estas cortes promulgaron en 1812 la primera constitución española, ya que la de Bayona no podía considerarse propiamente como tal. Esta constitución fue el resultado del compromiso entre liberales y absolutistas, más favorable a los liberales porque se les define una organización liberal del Estado, aunque se concede el total reconocimiento de los derechos de la religión católica. De su contenido se puede destacar:

a)        Establece una soberanía nacional: la autoridad reside en las cortes que representan la nación.

b)       Establece una monarquía hereditaria limitada con la división de poderes.

c)        El poder legislativo es detentado por “las Cortes con el Rey”. Este puede promulgar, sancionar y vetar las leyes, esto último con un máximo de dos veces cada tres años. Las cortes tenían amplios poderes: elaboraban leyes, decidían sobre la sucesión de la corona, aprobaban tratados internacionales, etc. Son unicamerales (no hay senado).

d)       El poder ejecutivo reside en el rey. Este nombra libremente a sus secretarios, que no pueden ser cesados por las Cortes, con lo que no existe  el control parlamentario del gobierno. El rey no puede disolver o suspender las Cortes, abdicar o abandonar el país sin permiso de ellas, o llevar una política exterior, contraer matrimonio o imponer tributos sin la supervisión de las Cortes.

e)        El poder judicial reside en los tribunales de justicia, con un fuero único para todos excepto para los eclesiásticos y militares, que mantienen jurisdicciones especiales.

f)        Se establecieron derechos fundamentales del individuo: igualdad ante la ley, libertad de imprenta (menos para los textos religiosos), asociación, etc. y garantías penales y procesales

g)        Se decreta el sufragio universal masculino e indirecto para mayores de 25 años (se eligen a unos compromisarios que eligen a los diputados; los diputados deberán ser españoles y tributar una determinada renta (elegibilidad censitaria)

h)       Los regidores (alcaldes) son elegidos por sufragio. Se establecen Diputaciones y los Jefes Políticos (antecesor del gobernador civil) que ocupan el espacio entre la provincia y la administración del Estado.

i)         Imposición del catolicismo como religión oficial y única.

j)         Se establece un ejército permanente, cuya organización será regulada por las Cortes, desde el momento que depende de los recursos públicos. Se establece también una Milicia Nacional.

k)       Esta constitución tendría vigencia hasta su anulación por Fernando VII en marzo de 1814, durante el Trienio Liberal (1820-23), y al principio de la etapa de Regencias (agosto de 1836 a junio de 1837), hasta que fue sustituida por la de 1837. Tuvo repercusión internacional pues sirvió de modelo a otras constituciones europeas de la época, como la portuguesa, la napolitana o la griega.





V.              LA RESTAURACIÓN DE FERNANDO VII (1814-1820).



La etapa de Fernando VII es decisiva en la historia española. Su ocupación efectiva del trono, por la que habían luchado y muerto miles de españoles resultó, sin embargo, decepcionante, y una mayoría de historiadores coinciden en que fue una etapa claramente regresiva, quizá una de las peores de la historia de España. Y mientras España se estancaba en lo político, económico y social, el resto de Europa iniciaba un decidido proceso de evolución en lo económico, gracias a la extensión de la industria moderna, y otro más lento pero firme de transformaciones políticas y sociales. España se alejaba de Europa, aislándose aún más y pasando a ser definitivamente una potencia de segundo orden.



A la primera etapa del reinado de Fernando, inmediata a su restauración como titular de la corona, se la conoce como el Sexenio Absolutista (1814-1820).



 Terminada la guerra, las Cortes se trasladaron a Madrid.  El problema consistía en saber si el rey aceptaría o no la Constitución de 1.812, ya que la opinión española se encontraba entonces dividida en dos bandos irreductibles: los absolutistas y los liberales. Fernando VII, en 1814, abolió todo lo que habían hecho las Cortes de Cádiz y restauró el absolutismo (con todos sus elementos característicos). El golpe de estado se completó con la represión: exilio en masa de los liberales y detención de algunos ministros y diputados. Los liberales no exiliados pasaron a la clandestinidad, siendo eliminados de toda participación en el sistema político.



 Las razones de su decisión hay que buscarlas, en primer lugar, en su propia voluntad, pero también en el hecho de que en la Europa de la época, una vez vencido Napoleón, triunfara el sistema de la Restauración y la ideología de la Santa Alianza. Le indujo también a tomar esta decisión un manifiesto firmado por sesenta y cinco diputados realistas, el llamado «Manifiesto de los Persas»; finalmente, no podemos olvidar la actitud del pueblo, en su mayoría absolutista y que lo aclamaba como rey deseado.



Pero la vuelta al absolutismo, con su política de privilegios y arbitrariedades, también tenía importantes enemigos.  La burguesía comercial, bastante poderosa en las ciudades del litoral, se oponía a un gobierno ineficaz y proclive a los intereses de los estamentos privilegiados.  Las clases medias urbanas, que habían conocido el liberalismo, no podían conformarse con un régimen despótico que las condenaba al silencio y al inmovilismo. El liberalismo, además, había penetrado en una institución básica de poder: el ejército.  Condenados al exilio o a la clandestinidad, los liberales tuvieron que depositar todas sus esperanzas en un sector del ejército y hubieron de limitarse a la estrategia conspiradora.  Estas intentonas de golpe de estado recibieron el nombre de pronunciamientos, porque habitualmente las precedía un discurso o arenga en que se explicaba el objetivo político del movimiento.  El primero de estos pronunciamientos fue en Pamplona, el mes de septiembre de 1814, y lo protagonizó el general Francisco Javier Mina, héroe de la Guerra de la Independencia.  Otros oficiales (Lacy, Porlier, Milans del Bosch...) lo imitaron en los años posteriores.  Los pronunciamientos pusieron de manifiesto el malestar del ejército, pero también las dificultades de la oposición liberal para organizar un movimiento popular de gran alcance, a causa sobre todo de la dura represión política. 



Además de por la represión, esta etapa destacó por la inestabilidad e ineficacia de los sucesivos gobiernos, incapaces de llevar una gestión mínimamente eficaz, ya que el verdadero gobierno lo constituía la llamada “camarilla” del rey. Esto se ve reflejado por ejemplo en los estériles intentos de paliar la quiebra financiera del estado, que venía de muy atrás y se había agravado con la guerra. El verdadero problema era que la mayor parte de las tierras de cultivo no contribuía con impuestos ante la negativa insistente de los grupos privilegiados, y los destrozos ocasionados por la propia guerra también contribuyeron



VI.             EL TRIENIO LIBERAL. (1820-1823)



El 1 de enero de 1820 el teniente coronel Rafael del Riego se sublevó al frente de las tropas acantonadas en Cabezas de San Juan (Sevilla).  La importante respuesta popular que obtuvo el alzamiento obligó a Fernando VII a restablecer la Constitución de 1812.  Se iniciaba así un período de gobierno liberal que duró tres años.



Los gobiernos liberales introdujeron nuevas medidas y adoptaron algunas de las aprobadas en Cádiz (libertad de industria, supresión de la Inquisición y abolición de la tortura). Se decretó también la abolición del régimen señorial y la supresión de los mayorazgos.  Asimismo, decretaron la venta de las tierras de los monasterios.



Fernando VII no aceptó un régimen que consideraba impuesto y provocó conflictos institucionales, al negarse a firmar leyes aprobadas por las Cortes.  Además, el monarca animó a los sectores que conspiraban contra el nuevo régimen y envió emisarios secretos a las principales cortes absolutistas de Europa. El campesinado del norte de España y de los territorios de la antigua Corona de Aragón organizó partidas realistas, que exigían la vuelta al absolutismo. El comportamiento político de los campesinos ha de relacionarse también con la influencia de la Iglesia, que se sentía amenazada por los liberales.



El gobierno liberal fue disuelto por las potencias absolutistas europeas.  En el Congreso de Verona (1822) la Santa Alianza acordó la invasión de España y el restablecimiento del absolutismo.  Un gran contingente francés, dirigido por el duque de Angulema y conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, cruzó la frontera en abril de 1823 y ocupó todo el territorio sin encontrar resistencia. 

Durante el Trienio Liberal (1820-1823), se produce una escisión en el seno del liberalismo español, al crearse dos grupos que recogían diferentes sensibilidades o planteamientos frente a los distintos temas.

Doceañistas (luego Partido Moderado) pretendía una reconciliación con las antiguas clases dirigentes que hiciera del liberalismo una síntesis de lo viejo y lo nuevo. Defendía la soberanía nacional como emanación de dos instituciones: el Rey y las Cortes; concebía un poder legislativo bicameral en el que una de las Cámaras -el Senado-, estaría integrada por miembros natos o elegidos por la Corona, por lo tanto no es representativa, y sería útil para “moderar” un congreso que pudiese ser demasiado progresista en algunas medidas. La otra -el Congreso-, elegida sería mediante sufragio censitario; apoyaban, además, un Estado centralizado y un poder ejecutivo fuerte. En materia de derechos y libertades, son más restrictivos, pues hablan de mantener “el orden”; y en el tema de la religión, se declaran católicos y no aceptan la libertad religiosa. A esta opción política pertenecieron la alta burguesía -integrada por los terratenientes, los hombres de negocios y los fabricantes- e importantes sectores de las clases medias, como profesionales liberales, propietarios, jefes y oficiales del ejército; en general las clases dominantes y más acomodadas, a quienes, obviamente, beneficia el estado de cosas del que ellos disfrutan, y no interesa que se amplíe ni la masa social que interviene en política, ni las libertades, derechos civiles, etc. Este partido, representa la postura que hoy llamaríamos más conservadora o tradicional de las cosas, y en lenguaje político estaría más a la derecha, según la terminología que cuajó tras la Revolución Francesa

Radicales (luego Partido Progresista) defendía que la soberanía nacional residía exclusivamente en las Cortes, aunque en la práctica aceptaba el papel moderador de la Corona y el sistema legislativo bicameral, pero limitando las prerrogativas del trono; admitían el sufragio censitario, si bien defendían un cuerpo electoral más amplio; y amparaban la libertad de prensa y el carácter democrático de los Ayuntamientos.  Eran partidarios de la Milicia Nacional. En él se integrarán las clases medias y artesanos de la ciudad, los pequeños comerciantes, empleados en general y algunas clases del ejército. En general, y siendo básicamente la doctrina de una clase constituida por propietarios, pretenden más modernidad, más avance en los cambios, mayores dosis de libertades y reconocimiento de derechos, etc. Serían más progresistas en sus planteamientos, y se diría que se sitúan a la izquierda de los moderados.



VII.          LA DÉCADA ABSOLUTISTA. (1823-1833)



Fernando VII, de nuevo con el poder absoluto, aplicó una política marcadamente represiva y restableció las instituciones absolutistas, incluida la Inquisición, y el sistema de gobierno tradicional.



Ante la ausencia de reformas económicas y como consecuencia de la pérdida definitiva del continente americano, la hacienda pública entró en un estado de  ruina y hubo que recurrir a los empréstitos para evitar la quiebra financiera del Estado. A partir de 1826 se inicia una tímida apertura que, curiosamente, dio lugar a la formación de una tendencia política de carácter ultra absolutista: los apostólicos, que instrumentalizaron en su beneficio el levantamiento de los campesinos catalanes de 1827 (Guerra de los Agraviados). 



Paralelamente, se ensayaron una serie de reformas que pretendían modernizar las estructuras del país para adecuarlas a los nuevos tiempos, dado que la revolución  industrial estaba ocasionando importantes cambios de orden económico y social en otros países europeos. Así se realizó una reforma en la Hacienda pública, se introdujo el presupuesto en las cuentas del estado, el Consejo de Ministros, el Código de Comercio y una Ley de Minas. También se crea el banco de San Fernando (germen del banco de España) y la Bolsa de Madrid.



       

VIII. LA PÉRDIDA DEL IMPERIO COLONIAL



La coyuntura de la ocupación francesa de la metrópoli y el secuestro de sus titulares en Bayona, hicieron que las Juntas creadas en América, a imagen y semejanza de las peninsulares, empezasen a funcionar de forma muy autónoma, acabando por derivar hacia la emancipación definitiva de España, en un proceso largo y lleno de altibajos, pero que acabaría siendo definitivo, y una expresión más de las transformaciones de todo tipo que se estaban produciendo en todo el mundo debido a la extensión de las revoluciones políticas y económicas.



Causas determinantes:



             Político-ideológicas: a los nuevos ideales políticos liberales difundidos por la Ilustración se unieron los ejemplos proporcionados por revolucionarios norteamericanos y franceses. La estructura monárquica y absolutista a la que estaban sometidos por ser territorios coloniales era cada vez menos tolerada, y la propia situación política por la que atravesaba España tras la ocupación francesa proporcionó la ocasión adecuada para ponerlos en práctica.

             Sociales: los criollos constituyeron el grupo social llamado a dirigir el proceso de independencia.  Esta minoría de origen español dominaba la vida social y económica en las colonias y aspiraba a controlar el poder político, que se les negaba sistemáticamente

             Económicas: El monopolio comercial disfrutado por España, incluyendo la prohibición de comerciar libremente con el extranjero, suponía la un grave inconveniente para la burguesía criolla.

             Internacionales: La oportunidad para llevar adelante los propósitos independentistas, la proporcionaron las circunstancias críticas por las que atravesaba España en el siglo XIX, como la pérdida de su poder naval, tras la derrota de Trafalgar, y la crisis dinástica.



        Una vez iniciado el proceso, se distinguen las siguientes etapas:



El primer período (1810-1814): los principales focos independentistas se establecieron en Méjico, Venezuela y Argentina, aprovechando los insurgentes el hecho de que gran parte del territorio peninsular estuviera ocupado por las tropas de Napoleón. Sólo en Méjico tuvo la insurrección un carácter sangriento; aquí, el cura de Dolores, Miguel Hidalgo, dirigiendo un ejército de indios, mestizos y criollos, realizó una matanza de españoles en Guanajuato. Acabada la guerra de la Independencia  todos los focos de insurrección fueron sometidos.



El segundo período (1815-1826): La insurrección alcanza ahora grandes éxitos gracias al apoyo prestado por Inglaterra y Estados Unidos y como consecuencia de la revolución de 1820. Chile fue la primera nación en declararse independiente gracias a las victorias del general San Martín en Chacabuco y Maipú.  Venezuela y Nueva Granada se independizaron tras las victorias de Simón Bolívar en Boyacá y Carabobo (1821).  Méjico fue declarado independiente por el general Agustín Iturbide.  Finalmente, las victorias de Sucre en Pichincha y Ayacucho, aseguraron la liberación de Perú, Bolivia y Ecuador.



El resultado de todo este proceso, y tras reajustes entre los nuevos territorios independientes, fue la creación de numerosos estados, todos ellos liberales, pero débiles, sometidos a las minorías criollas que acaparaban todo el poder político y económico, y  dependientes de los intereses de las potencias que les ayudaron en su emancipación, especialmente Estados Unidos. Aunque la desigualdad social y el dominio colonial (ahora sufrido de otra forma) no cambió con los nuevos gobernantes, sí se consiguieron tres objetivos muy claros: la independencia política, el régimen republicano y la libertad de comercio.







Los últimos años del reinado de Fernando VII se caracterizaron por las intrigas de palacio respecto de la cuestión sucesoria.  Los sectores apostólicos se aglutinaron en torno a don Carlos María Isidro, mientras que los partidarios de la tendencia absolutista moderada lo hicieron en tomo a la esposa de Fernando VII, María Cristina, y de su hija Isabel, nacida en 1830.  La solución isabelina también era bien vista por algunos sectores liberales moderados.  La reina consorte María Cristina, al convertirse en regente durante la enfermedad terminal del monarca, intentó atraerse a estos últimos a su causa, promulgando una amplia amnistía (1832).









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