Caricatura de los carlistas en la revista satírica "La Flaca" |
BLOQUE 6. La
conflictiva construcción del Estado Liberal (1833-1874)
ACTUALIZADO 2/02/2021
VIDEOS DE MEMORIA DE ESPAÑA CORRESPONDIENTES AL BLOQUE
"Por la senda liberal"
"Viva España con honra"
"El regreso de los Borbones" (la parte que alude al Sexenio Democrático)
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"Por la senda liberal"
"Viva España con honra"
"El regreso de los Borbones" (la parte que alude al Sexenio Democrático)
APUNTES DEL BLOQUE
I.
EL REINADO
DE ISABEL II
I. 1. Las
regencias, el liberalismo y la
I Guerra Carlista.
I. 2. La Década Moderada.
I. 3. El
Bienio Progresista.
II. 4.La Unión Liberal y la
crisis
II.
EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874)
II.1.
La Revolución
de 1868.
II.2.
La Constitución
de 1869.
II.3.
El reinado de Amadeo de Saboya.
II.4.
La Primera
República.
I.
EL REINADO DE ISABEL II
I.1. Las regencias: liberalismo y guerra
carlista
Tras años sin descendencia masculina, aparecía en el horizonte
el problema a la sucesión de Fernando VII. Se barajaron dos posibilidades en la sucesión: su hermano
don Carlos, portavoz y dirigente del sector reaccionario (más absolutista que
el propio Fernando); o un sucesor directo, que apareciese a última hora, fruto
de un nuevo matrimonio.
En 1829, el rey se casó con su prima María
Cristina, de los Borbones de Nápoles. A partir de aquí los acontecimientos se
precipitaron. En abril de 1830 el rey mandó publicar la Pragmática Sanción decretada por Carlos IV en 1789 y que no había visto la luz hasta
el momento. Esta ley evitaba cualquier
posibilidad de que don Carlos llegara a ser rey, pues anulaba a la Ley Sálica, y por lo
tanto permitía que las mujeres pudiesen volver a reinar. Como no se tardó en
anunciar que la nueva reina estaba embarazada, fuese cual fuese el sexo del
nacido, éste reinaría. Este hecho tenía
un carácter eminentemente político, y en esos momentos, después de los incidentes
con los ultrarrealistas, y con el partido carlista ya constituido, el
enfrentamiento estaba servido. Carlos María Isidro, Don Carlos, significaba
otra opción política: la cuestión
dinástica estuvo, por tanto, estrechamente vinculada con la cuestión política.
En 1.832, con
el rey ya enfermo, los sectores más reaccionarios hicieron que el rey derogase la Pragmática Sanción.
Pero la reina se hizo cargo del gobierno, contando con el reformista Cea Bermúdez. Se sustituyó a los principales mandos
políticos y militares carlistas, se dictó una amplia amnistía, y se privó a los
Voluntarios Realistas de obtener
fondos mediante impuestos. Tras ello el rey declaró públicamente que el decreto
por el que había declarado sin valor la Pragmática Sanción
era nulo. Esta declaración fue la que
hizo posible el reinado de Isabel II.
Liberalismo. Este bando fue
llamado isabelino (por la princesa Isabel) o cristino (por la Regente). Coincidieron en él los sectores moderados y
reformistas del absolutismo próximo a Fernando VII, encabezados por Cea Bermúdez; el liberalismo español, tanto moderados, como progresistas (muchos de sus miembros recién retornados del exilio),
vieron en el apoyo a la regente la única posibilidad de transformar el
país. A su vez, los sectores próximos a
Isabel pero no liberales, necesitaron abrirse a éstos para defenderse frente al
carlismo, iniciándose así una transición
pactada hacia el estado liberal.
Sus apoyos
sociales incluían a los altos mando del ejército, altos cargos de la Administración y a
las altas jerarquías de la
Iglesia, conscientes de los cambios eran inevitables. Además, el apoyo fue casi total en las
ciudades, por parte de la burguesía de negocios (comerciantes, industriales,
financieros), de las “profesiones
liberales”: (intelectuales, profesores, abogados, médicos…) y de los aún
escasos obreros industriales. En la zona rural del campesinado, básicamente
jornaleros sin tierras, del Sur peninsular,
esperanzado de que liberalismo sería equivalente a una forma de acceder
a la propiedad de la tierra. Predominó en el centro, sur, levante y en general
zonas urbanas o más modernizadas económicamente.
Carlismo. Se fundó sobre
la base de los primeros grupos de “Realistas Puros”, también llamados ultra
absolutistas. En general encarnan las posturas más conservadoras y defensoras
del Antiguo Régimen: absolutismo
político, sociedad estamental, ultracatolicismo y defensa de los privilegios de
la Iglesia. El componente religioso es muy importante aunque la mayoría de
la jerarquía eclesiástica, (y el propio Vaticano), apoyó a la regente. La
aparición del anticlericalismo en el bando liberal contribuyó a dar a la guerra
civil un marcado tono religioso.
Socialmente,
estaba encabezado por parte de la nobleza y por miembros ultra conservadores de
la administración y del Ejército. A
ellos se unieron la mayor parte del bajo
clero, especialmente el
regular, que veía en Don Carlos una garantía para evitar la pérdida de la
influencia de la Iglesia;
la mayoría del campesinado, reacio a cualquier reforma del sistema fiscal y a
la abolición de los señoríos, pues pensaban que les perjudicaría. También
algunos sectores del artesanado, temerosos de que la libertad de industria y de
comercio hundiera sus talleres frente a la gran industria.
Las regiones
controladas por los sublevados fueron en su mayoría regiones forales, con instituciones y privilegios propios, si bien
al principio el foralismo no desempeñó un papel decisivo. Eran el País Vasco,
Navarra, la comarca del Maestrazgo (entre Teruel y Castellón) y norte de
Cataluña. Menos intensidad tuvo en otras áreas rurales de la mitad norte peninsular.
La guerra carlista no terminó hasta 1.839 con el
“Convenio de Vergara” firmado por el
Gnal. Espartero y el general carlista Maroto. Si los carlistas reconocían a
Isabel II como reina, los liberales reconocían los fueros vasco-navarros y la
oficialidad del ejército carlista.
Mientras se
desarrollaba la guerra civil, la cual fue una de las razones que más dificultó
la modernización del país. La minoría de edad de Isabel II transcurría estos
años bajo dos regencias, dada su minoría de edad:
La regencia de
María Cristina. (1.833-40). Estará dominada
por la inestabilidad política y los vaivenes constitucionales. Cea Bermúdez
había sido sustituido en el gobierno por Martínez de la Rosa que es el promotor del
proyecto del ‘Estatuto Real’.
El Estatuto
Real (1834) era una carta otorgada que
reflejó el programa moderado. En él,
la soberanía recaía en dos instituciones históricas (el Rey y las Cortes).
Estas últimas eran dos cámaras distintas- la Cámara de Próceres (limitado a la
aristocracia, el alto clero, propietarios e intelectuales, nombrados todos por
el Rey) y la Cámara de Procuradores, elegida por un
sufragio censitario muy restringido (apenas 16.000 votantes en todo el
estado). El Rey gozaba de iniciativa legal,
lo que contribuía a congelar la actividad de las Cortes.
Destaca
especialmente la desamortización de los bienes eclesiásticos iniciada por el
ministro Mendizábal, que suponía la desaparición de numerosas órdenes
religiosas y la nacionalización y venta de sus bienes; lo que, inevitablemente,
se tradujo en el enfrentamiento con la Iglesia.
Los movimientos
revolucionarios del verano de 1835 (formación de Juntas locales y
provinciales) obligaron a la regente
a recurrir a los liberales radicales.
Como la Regente
volviera a inclinarse al poco tiempo hacia los moderados, en agosto de 1837
estalla otro pronunciamiento, esta vez llevado a cabo por los sargentos de la
guarnición de La Granja,
que obliga a nombrar a los progresistas
Mendizábal y Calatrava. Tras un breve periodo de vigencia de la Constitución del 12
se aprueba la Constitución de 1837. Esta recogía el principio de soberanía nacional y los derechos
individuales, y dejaba a las Cortes la elaboración de las leyes; se reconocía
al rey el ‘veto absoluto’ y la disolución de las Cortes, que eran
bicamerales. Uno de los elementos progresistas derivados de la Constitución fue la Ley de Ayuntamientos que, frente a los moderados que defendían
la designación regia de los alcaldes, reconocía la libre elección por los
vecinos.
En 1840, con un
gobierno moderado, una nueva Ley de Ayuntamientos que volvía a los
ayuntamientos no democráticos, provocó que los progresistas suscitaran un
movimiento insurreccional que obligó a la regente a recurrir al general Baldomero
Espartero. La suspensión de dicha
Ley y la decisión de disolver las Cortes provocaron la renuncia de María
Cristina a la regencia.
La regencia de
Espartero. (1.840-43). Espartero era un general de
gran prestigio en el que muchos confiaban. Sin embargo, su regencia fue muy
inestable, debido a la escisión del progresismo, la continuidad de la
desamortización y el retraimiento de los moderados que trataron, en todo
momento, de derribar al regente mediante el clásico sistema del pronunciamiento. Después del fracaso de
1.841 -con el pronunciamiento de O'Donnell-, la revuelta de Barcelona, en
1.842, condujo a la ruptura definitiva: el bombardeo de la ciudad y la
consiguiente represión acrecentaron la impopularidad del regente. Una amplia
coalición en la que se integraban también muchos liberales progresistas apoyó
el pronunciamiento del general Narváez, que se convertirá en la clave política
en el periodo siguiente.
I.2. La Década Moderada (1843-54)
Isabel II fue
proclamada mayor de edad con sólo trece años. A partir de ese momento los
moderados van a monopolizar el poder y tratarán de consolidar el régimen
liberal bajo el signo del centralismo
político-administrativo. La Constitución de 1845 tradujo, a la práctica, la
concepción doctrinal del liberalismo moderado, según la cual, la Corona y las Cortes son
conjuntamente depositarias de la soberanía nacional, compartiendo, asimismo, el
poder legislativo. En efecto, se otorgan
a la Corona
más prerrogativas de las que se le atribuían en el texto constitucional
anterior, como el nombramiento de los ministros, la disolución de las Cortes,
la sanción de las leyes y la designación de los miembros del Senado. Sin embargo, los diputados siguen siendo
elegidos mediante sufragio censitario, aunque muy restringido, pues tan sólo
tenían derecho a voto los grandes propietarios. Además, esta constitución es
muy restrictiva con las libertades individuales y suprime el jurado.
Realizaciones importantes y duraderas fueron: La Ley de Organización de los Ayuntamientos, de
1.845, que reservaba a la
Corona la designación de los alcaldes de las capitales de
provincia y cabezas de partido con población de más de dos mil habitantes. La reforma
del sistema tributario, de Alejandro Mon, que implantó un sistema de
impuestos más uniforme mediante la supresión de las particularidades
regionales. Esta reforma se completó con
la creación definitiva del Banco de
España. La elaboración del Código
Penal de 1848. En lo que se refiere al orden público, los moderados
disolvieron a las Milicias Nacionales, organizaciones armadas de voluntarios
civiles, y crearon el primer cuerpo profesional de policía: la Guardia Civil., encargada de velar por la
seguridad, y especialmente por la propiedad, en las zonas rurales.
En 1851 se
firmó un Concordato con la Santa Sede, que
resolvía el pleito de la desamortización.
La Iglesia
reconocía la validez de los títulos de los nuevos propietarios, pero recuperaba
los bienes no vendidos y obtuvo el compromiso del Estado de sufragar al
mantenimiento del culto y del clero. Asimismo, la religión católica era
declarada la única oficial y se reconocían a la Iglesia diversas
prerrogativas en materia de enseñanza.
Por estos años
se constituirá el Partido Demócrata, a la izquierda del progresista, que se
caracterizará por pedir sufragio universal, reducción de las atribuciones
políticas de la corona y eliminación de los impopulares impuestos de consumos y el sistema de
quintas.
I.3. El Bienio Progresista (1854-56).
La crisis de
los moderados estuvo motivada por sus divisiones internas la tendencia de sus
gobiernos hacia posiciones ultraconservadoras y al aumento del malestar
político ante las continuas denuncias de corrupción, arbitrariedades y
escándalos financieros. Así las cosas, el general Leopoldo O'Donnell lideró un pronunciamiento militar contra el
gobierno -la «Vicalvarada»- en junio de 1.854.
Su politización, a través de un manifiesto redactado por Cánovas del Castillo, determinó la
movilización de los progresistas, que incitaron la insurrección popular.
Cuando los
progresistas asumieron el poder modificaron la Constitución
(restablecimiento provisional de la de 1837 y elaborando una nueva constitución
de carácter progresista, que no llegaría a ser promulgada y que por eso se
conoce como la
Constitución ‘non nata’ de 1.856) El gobierno progresista, de
nuevo presidido por Espartero, duró tan sólo dos años. Durante este tiempo se emprendieron algunas
reformas económicas decisivas: se decretó la desamortización de los bienes comunales, o municipales (Madoz,
1855), que venía a completar la desamortización de los bienes eclesiásticos
dictada por Mendizábal, y se aprobaron diversas leyes de carácter financiero e
inversionista (como la Ley
General de Ferrocarriles de 1855.
El gobierno
progresista también se caracterizó por una ampliación de las libertades. En algunas ciudades la clase obrera pudo
organizarse legalmente en asociaciones de defensa de sus derechos, es decir, sindicatos.
Pero la inestabilidad social atemorizó a una burguesía cada vez más
conservadora, que exigía orden y que veía en los progresistas una actitud
demasiado tolerante. Como resultado de
ello, O'Donnell se hizo con el poder en 1856.
I.4. La Unión
Liberal y la crisis
Durante los
últimos años del reinado de Isabel II (1.856-68)
se alternaron en el poder los unionistas (liderados por O'Donnell) y los
moderados (dirigidos por Narváez). El
carácter conservador del período
tuvo su principal exponente en la restauración de la Constitución de
1845. Estos años se caracterizaron por
la represión de los movimientos populares, por una política internacional
intervencionista y por una larga serie de pronunciamientos progresistas.
A lo largo de
los años de gobierno unionista (especialmente en el período 1858-1863) se
llevaron a cabo diversas empresas
militares en el exterior de resultados por lo general dudosos. Se enviaron tropas españolas a México (Gnal.
Prim), a la Cochinchina
(actual Vietnam) a Marruecos (Prim, 1859-1860), la estrambótica “Guerra del
Pacífico” contra Perú y Chile y la
efímera anexión de Santo Domingo. Pese a
que en conjunto estas campañas fueron de carácter aislado y a que apenas
tuvieron las consecuencias que se pretendían, estos conflictos internacionales
dieron gran prestigio al general Juan Prim, que pronto se puso al frente de los
progresistas.
El régimen
liberal se había consolidado como un sistema plegado a los intereses de la
burguesía, aliada con la vieja aristocracia, y que excluía a la gran mayoría de
la población. No en vano, el sufragio era censitario
(había que demostrar el pago de una renta para votar) y sólo variaba en que los
progresistas lo ampliaban y los moderados lo reducían. La corrupción,
manipulación electoral y abusos en el poder eran frecuentes, y en ellos caían
todos los partidos, pues apenas se separaba los intereses privados de las
responsabilidades de los cargos públicos. Por su parte la Corona contribuyó al
enquistamiento y debilidad del sistema, favoreciendo continuamente a los
moderados frente a los progresistas, los cuales optaban repetidamente por la
vía del pronunciamiento, sobre todo a partir de 1864. Si uno de estos
triunfaba, la Corona
accedía a reformas progresistas, pero paulatinamente derivaba hacia el
moderantismo abusando de su prerrogativa de nombrar primer ministro y contando
con un generalizado sistema de fraude electoral.
Ya en 1866 se
habían producido sublevaciones, como la del general Prim y la de los sargentos
del cuartel de San Gil. Poco después, O’Donnell abandonó el gobierno y emigró,
con lo que también los Unionistas se alejaban de la monarquía. Entre 1866 y
1868 se produjo en España una crisis económica que, por primera vez tenía una
doble naturaleza: por un lado, era la típica crisis de subsistencias provocada
por las malas cosechas cuyo resultado fue un brusco incremento de la mortalidad. Pero también, y como se daba en las economías
más modernas, fue de carácter
financiero, lo que llevó a la quiebra a la mitad de los bancos, a cierres de
empresas, paro…
II. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874)
El sexenio
revolucionario o democrático es el período comprendido entre el
destronamiento de Isabel II, en 1868, y la Restauración de la
monarquía borbónica, en 1 874.
Constituye el periodo de la historia de España más avanzado
políticamente de todo el siglo XIX, incluyendo la experiencia de la Primera República. Fue de corta duración debido a la acumulación de problemas y a la
profunda desunión registrada entre las fuerzas políticas del momento.
II.1. La revolución de 1.868.
Antecedentes. Ya en
1866 se habían producido sublevaciones, como la del general Prim y la de los sargentos del cuartel de San Gil. Poco
después, O’Donnell abandonó el gobierno y emigró, con lo que también los
Unionistas se alejaban de la monarquía.
Entre 1866 y 1868 se produjo en España una crisis
económica que, por primera vez tenía una doble naturaleza: por un lado, era la
típica crisis de subsistencias provocada por las malas cosechas cuyo resultado
fue un brusco incremento de la mortalidad.
Pero también, y como se daba en las economías más modernas, fue de carácter financiero, lo que llevó a la
quiebra a la mitad de los bancos, a cierres de empresas, paro…
Mientras todo esto sucedía la oposición -Pacto
de Ostende- se ponía de acuerdo en
un programa unitario basado en la reunión de una Asamblea Constituyente elegida
por sufragio universal. Por otro lado, los incidentes de «La noche de San Daniel», protagonizados por los estudiantes,
demostraron la difusión del ideario republicano y el carácter reaccionario del
gobierno.
El
pronunciamiento. Se inició en Cádiz al mando de los generales Serrano, Dulce y Prim, y del almirante Topete.
Pronto la sublevación se generalizó por Andalucía y las tropas
gubernamentales fueron derrotadas en
Puente de Alcolea (Córdoba).
El gobierno
provisional. Presidido por
Serrano y dirigido por Prim, empezó a poner en marcha el programa
revolucionario democrático (libertad de imprenta, descentralización, derecho
de asociación, libertad de comercio e incluso reivindicaciones sociales, como
la abolición del impuesto de consumos que sería sustituido por una contribución
única, y la abolición de las quintas) y la convocatoria de Cortes
Constituyentes.
Se introdujeron numerosas reformas en materia económica, merced al ministro Figuerola:
se creó la peseta como unidad
monetaria y se dictó una nueva legislación
minera que permitió la inversión de capital extranjero (en el fondo se
trató de algo parecido a una desamortización, con previa nacionalización y
posterior venta de las riquezas mineras españolas). Por último, se redactó un arancel que introducía el librecambismo en España, rebajando
considerablemente la barrera comercial de la época anterior.
II.2. La constitución de 1869
La Constitución de
1869 fue la más avanzada conocida hasta ese
momento, y la primera constitución que puede llamarse democrática de nuestra
historia. Sus características son:
1.-Proclamación de la soberanía nacional.
2.-La
Monarquía como forma de Estado. Al Rey no se le atribuyen poderes
legislativos y ejerce el ejecutivo a través de sus ministros. El Rey tiene
limitadas sus competencias, aunque conserve algunas funciones específicas.
3.-La división radical de poderes: el legislativo
reside en las dos Cámaras, el ejecutivo corresponde a los ministros, que
responden de su gestión ante las Cortes, y el judicial a un cuerpo de jueces
independientes. Se regula el acceso por
oposición a la carrera judicial y se crea un Consejo de Estado para dirigir la Administración de
Justicia.
4. -Una exhaustiva declaración de derechos, que las
Cortes hicieron muy elaborada para evitar que hubiera que desarrollarla
posteriormente.
5.-El sufragio
universal de los varones mayores de 25 años.
El Congreso se elegiría a razón de un diputado por cada 40.000
habitantes, y el Senado, elegido de forma indirecta, se renovaría cada tres
años parcialmente y serían elegibles los mayores contribuyentes y las altas
jerarquías de las instituciones, el Ejército y la Iglesia. Se mantenía así el modelo
conservador de Senado, con el fin de moderar las decisiones del Congreso.
6.-La regulación de Ayuntamientos y Diputaciones
mediante la elección de los concejales por sufragio y la de alcaldes entre los
concejales, la publicidad de sus deliberaciones y la votación pública de sus
presupuestos.
7.-La «cuestión religiosa», que fue objeto de uno de los
grandes debates. Tras numerosos
forcejeos se aprobó la libertad de cultos, a la que se oponían moderados y
carlistas, pero también el compromiso del Estado de mantener el culto y clero
católicos, contra la opinión de los republicanos.
II.3. El reinado de Amadeo
I.
Aprobada la Constitución, la cuestión política más importante
pasó a ser la de encontrar un nuevo rey. Tenía que ser católico y liberal, lo que
excluía a los carlistas, pero también a Don Alfonso, hijo de Isabel II, a quien
Prim no estaba dispuesto a tolerar. Los candidatos fueron varios aunque finalmente se optó por Amadeo,
hijo de Víctor Manuel II de Saboya, rey de Italia.
En las Cortes, sólo 191 de los 311 diputados votaron a
Amadeo, mientras que el resto lo hicieron por la República o por otros
candidatos. La nueva dinastía se
iniciaba con un apoyo político insuficiente, pero, además, el inmediato
asesinato de Prim empeoró la situación al privar al rey del apoyo más firme.
Entre los grupos contrarios al Rey estaban:
a).-La aristocracia y los
terratenientes, que identificaban la monarquía de Amadeo con el sistema
democrático que, según ellos, amenazaba el orden social y la propiedad. La nobleza madrileña hizo el vacío a Amadeo y le
sometió a continuas humillaciones.
b).-Los sectores industriales,
convencidos de que la política librecambista iba a acabar con el sector, aún
débil.
c).-El clero no podía
tolerar a la Casa
de Saboya en el trono español (Víctor Manuel II tenía al Papa prácticamente
sitiado en e Vaticano, tras anexionarse sus Estados en 1870). El bajo clero
apoyaba, ahora más que nunca, al carlismo.
d).-Los carlistas, que
habían ido sumando adeptos tras la caída de Isabel II.
Así las cosas, los dos años del reinado fueron de
permanente inestabilidad. En ese período
se sucedieron nada menos que seis gobiernos y hubo tres elecciones generales, con cada vez mayor abstención. Tras la muerte de Prim, el partido
progresista se dividió entre los constitucionales de Sagasta,
partidarios de reconducir la monarquía democrática en sentido conservador, y
los radicales, de Ruiz Zorrilla, que querían llevar
la democracia hasta sus últimas consecuencias.
A los cambios de gobierno se unieron las mociones de censura y la manipulación electoral.
Al agravamiento de la guerra de Cuba vino a
sumarse el estallido de una nueva insurrección carlista en el País Vasco
y un nuevo intento de estallido republicano en El Ferrol. Por
otra parte estaba el auge del movimiento obrero y el crecimiento de la Internacional (AIT) en España.
Por último, se produjo un agrio enfrentamiento en el Congreso sobre la
abolición de la esclavitud, a la que se oponían los grupos conservadores.
Amadeo sólo esperaba el momento propicio para abdicar
y éste se presentó cuando el Jefe del Gobierno, Ruiz Zorrilla, exigió al
monarca la disolución del Cuerpo de Artillería. El Rey rehusó y Ruiz Zorrilla presentó una
moción de confianza en las Cortes: al ganarla, el Rey se vio obligado a firmar
el decreto, pero acto seguido presentó su abdicación a los diputados, el 11 de
febrero de 1873.
II.4. La primera
república. (febr. 1.873 - dic. 1.874).
Fracasada
la experiencia de una monarquía con una dinastía que no fuese la borbónica, se
“forzó” la instauración de una forma de estado republicana para evitar en el
futuro problemas como los habidos, además de garantizar la democracia en todos
los estamentos del poder.
a).-La república unitaria (Febrero-Mayo). Figueras fue designado por la asamblea presidente de una
república unitaria, pero inmediatamente chocó con los republicanos federales. Su principal cometido era convocar unas
Cortes Constituyentes para promulgar una nueva constitución. Los problemas más
graves radicaban en la crisis de la
Hacienda, la incipiente guerra carlista en el norte y el
problema de Cuba.
b).-La república federal (Mayo-Agosto). Pero la República
unitaria carecía de apoyos sociales, de manera que el resultado de las primeras
elecciones dio el triunfo a los republicanos federales. Las nuevas Cortes
proclamaron la
República Federal, y propusieron como presidente de Gobierno
al catalán Pi y Margall.
Los republicanos federales se encontraban divididos en
dos tendencias: los transigentes, que consideraban primordial
conseguir el orden social para después construir una república federal desde
arriba, y los intransigentes, que querían
comenzar por la construcción de la federación desde abajo, lograda la
cual llegaría la paz social.
Estando en esas, una sublevación popular exigiendo el
establecimiento de cantones libres (cada población se proclamaba cantón independiente
del poder central) comenzó en Cartagena y luego se extendió por otras
ciudades. Las clases populares creían
encontrar en el federalismo la panacea de sus males –tierras de labor, igualdad
plena y un mayor reparto de la riqueza- y siguieron a los federales
intransigentes.
Pi y Margall, al no poder alcanzar la aprobación del
proyecto de constitución, dimitió, sucediéndole Salmerón. Este, durante el escaso mes y medio de
mandato, se limitó a restablecer militarmente el orden y a reprimir de modo especial
los movimientos obreros internacionalistas, como sucedió en Alcoy.
c).-La república autoritaria (Agosto-Enero). Salmerón dimitió por problemas de conciencia (no quiso firmar unas penas
de muerte) y fue elegido nuevo presidente Castelar. Su programa se redujo, básicamente, a
restablecer el orden interior, la guerra con los carlistas en el norte y la de
Cuba. Para dejar las manos libres al
ejecutivo en la tarea de imponer el orden se suspendían, momentáneamente, las
reuniones de las Cortes.
d).-La república presidencialista. El 2
de Enero de 1874 se reabrían las sesiones de las Cortes, donde la mayoría
federal aprobó una moción de censura contra
Castelar. Eso suponía la dimisión del
presidente y el retorno al poder de los federales. Ante esta eventualidad, al
día siguiente, el general Pavía entró en el Congreso de los Diputados al
frente de un contingente de la
Guardia Civil y disolvió las Cortes.
El poder pasó a manos del general Serrano, quien lo
ejerció de forma presidencialista, es
decir, prescindiendo de las Cortes y sin plantearse una convocatoria
electoral. Además, se ilegalizó tanto a
los republicanos federales como a los sindicatos obreros y se desencadenó una
amplia represión. En el terreno militar,
el gobierno derrotó a los sublevados del cantón de Cartagena y se concentraron
esfuerzos en la lucha contra los carlistas y los independentistas cubanos. Serrano se mantuvo en la presidencia hasta
diciembre de 1874, cuando un nuevo
pronunciamiento iniciado en Sagunto por el general Martínez Campos
impuso definitivamente el retorno de Alfonso Xll.
Para hacer más fácil de ver la enorme conflictividad
que se vivió durante el sexenio, y especialmente durante el periodo
republicano, vamos a resumir los graves conflictos, algunos de ellos auténticas
guerras, que se acumularon, al mismo
tiempo en España:
-
Tercera Guerra Carlista.
-
Guerra de Cuba (la “Guerra Larga”)
-
Insurrección Cantonal
-
Revoluciones obreras de
carácter internacionalista.
Es evidente que
la acumulación de problemas y la división entre facciones políticas alcanzaba
cotas hasta entonces nunca vistas. Fue la excusa perfecta para una nueva
intervención del estamento militar en la esfero política española, esta vez
para volver a un régimen contra el que ya anteriormente se había alzado: la
monarquía borbónica.
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