BLOQUE 12



BLOQUE 12. Normalización democrática de España e integración en Europa (desde 1975)


APUNTES DEL BLOQUE
                                                                           I.               El inmovilismo y la ruptura democrática.
                                                                            II.               La reforma democrática.
                                                                          III.               El sistema de partidos y las elecciones de 1977.
                                                                           IV.               La Constitución de 1978.
                                                                                                   V.                 Los gobiernos de la UCD
                                                                                                 VI.                El estado de las autonomías
                                                                                               VII.                Los gobiernos del PSOE
                                                                                             VIII.                Los gobiernos del PP

I.                   EL INMOVILISMO Y LA RUPTURA DEMOCRÁTICA

Desaparecido Franco, las alternativas que se perfilaban eran:

a) El inmovilismo, continuismo puro y duro, alternativa defendida por los sectores de ultraderecha.
b) El reformismo era la alternativa de los que, desde dentro del régimen, pretendían una evolución hacia la democracia a partir de una transformación progresiva, ordenada y legal.
c) La ruptura, esto es, la creación de un nuevo marco político y legal radicalmente nuevo, que era la alternativa que planteaba la oposición.

La transición política: el gobierno de Arias Navarro. El primer gobierno de la monarquía siguió presidido por Carlos Arias Navarro, pero en él entraron hombres que como Manuel Fraga, José María de Areilza o Antonio Garrigues, partidarios de un cambio político moderado. El asturiano Torcuato Fernández Miranda, que llegaría a ser un hombre clave en el proceso de transición, era nombrado presidente de las Cortes y del Consejo del Reino. En un momentáneo segundo plano quedó Adolfo Suárez, nombrado ministro-secretario general del Movimiento. 

Los siete meses que duró este gobierno fueron un período de gran tensión (sucesos de Montejurra, huelgas duramente reprimidas). Al tiempo que la reforma política permanecía estancada se sucedían las movilizaciones sociales promovidas por los partidos de la oposición que, si bien continuaban siendo ilegales, ya no eran clandestinos. Además, los dos organismos que aglutinaban a la oposición se habían unificado en una sola entidad, coloquialmente denominada ‘Platajunta’.

Sin embargo, la oposición carecía de suficientes apoyos para derribar al régimen, más resistente de lo que ellos habían calculado, e imponer su programa de “ruptura”, por lo que fueron dando paso a la aceptación de una transición pilotada por los sectores más aperturistas del régimen. Se hacía evidente que los reformistas y la oposición se necesitaban mutuamente para implantar la democracia... pero fue la conjunción de ambos.

II.          LA REFORMA DEMOCRÁTICA

Como Arias Navarro era esencialmente un inmovilista no podía ser él quien hiciera las maniobras de pilotaje, así fue el rey tomó la iniciativa con el nombramiento de Adolfo Suárez como nuevo Presidente de Gobierno. Desde el primer momento Suárez manifestó una clara voluntad de avanzar hacia un régimen de libertades y sus hechos no lo desmintieron: decretó una amplia amnistía (30 de julio) y estableció contactos periódicos para convencer e implicar a la oposición en su proyecto, estableciendo tres pilares intocables: el rey, la unidad de España y el ejército; llegado el momento procedería a la legalización del Partido Comunista, lo que levantó ampollas en amplios sectores del viejo régimen y del ejército .

La Ley de Reforma Política, impulsada por el gobierno, fue la clave de todo el proceso de la transición española hacia la democracia. Se partía afirmando que “Los derechos fundamentales de la persona son inviolables y vinculan a todos los órganos del Estado”, se declaraba el objetivo de la convocatoria de elecciones y se pretendía configurar un marco institucional que permitiera llevarlas a cabo con la conformidad de todos. Se creaban dos cámaras, Congreso y Senado, elegidas por sufragio universal excepto un corto número de senadores de nombramiento real; esas cámaras estaban llamadas a la elaboración de una nueva Constitución. El rey tenía la potestad de convocar un referéndum si lo consideraba necesario. 

El problema es que esa ley tenía que ser aprobada por las Cortes franquistas y que aprobar la ley supondría su disolución. La Ley de Reforma salió adelante (18 de Noviembre de 1.976) merced a varios factores: la tradicional docilidad de los procuradores del régimen, la habilidad de Fernández Miranda al dirigir el debate, la presión ejercida desde el gobierno sobre los procuradores y, en fin, el acuerdo al que se llegó con Alianza Popular, grupo parlamentario en el que se integraban 200 procuradores de las viejas Cortes.

De acuerdo con el propio texto de la Ley de Reforma Política lo aprobado por las Cortes debía, además, ser sometido a referéndum. Éste se llevó a cabo el 15 de diciembre y ofreció como resultados una participación del 77 % y la aprobación por abrumadora mayoría.

III. EL SISTEMA DE PARTIDOS Y LAS ELECCIONES DE 1977

Las elecciones a Cortes Constituyentes se llevaron a cabo el 15 de junio de 1.977 con una elevada participación electoral (78%).  Ningún grupo consiguió la mayoría absoluta.  El partido más votado fue UCD, Unión de Centro Democrático con 165 escaños y el 34 % de los votos.  En segundo lugar, se situó el PSOE con un total de 118 escaños y el 29% de los votos.  Muy lejos estaban el Partido Comunista con 20 escaños y Alianza Popular con 16. El Partido Socialista Popular de Tierno Galván consiguió tan sólo 6 diputados y la Democracia Cristiana, excepto en Cataluña, sólo logró situar a un reducido número de senadores.  En cambio, los partidos nacionalistas lograron una veintena de puestos en el Congreso de los Diputados (13 los catalanes en dos coaliciones diferentes y 8 el Partido Nacionalista Vasco). La ultraderecha apenas si obtuvo el 2 %  de los votos emitidos.

El pacto de la transición. Así pues, quedaba claro que los electores se habían inclinado definitivamente por el procedimiento reformista, a la vez que expresaban su deseo de que se produjera una transformación profunda de la que era expresión la magnitud lograda por el voto socialista. En definitiva, el resultado de las elecciones imponía que hubiera un gobierno monocolor minoritario y, por tanto, débil y obligado a intentar llegar a un consenso con otras fuerzas políticas que resultaría muy positivo.

A partir de este momento, tanto el gobierno como el Parlamento hubieron de hacer frente, mientras se elaboraba el texto constitucional, a los graves problemas planteados por la reivindicación autonómica, la conflictividad social y la crisis económica. Los problemas de orden público, en particular los provocados por el terrorismo de la ETA, fueron frecuentes y, a veces, dieron la sensación de poder provocar una situación involucionista.  Precisamente, esto es lo que constituyó durante todos estos años el principal peligro para la transición, ya que siempre se vivió bajo la amenaza de un golpe de estado militar de los sectores ultraconservadores, muchos aún veteranos de la guerra, pese a que en ningún momento se les iban a exigir responsabilidades por los crímenes de la represión franquista. Especialmente peligrosos eran los momentos de máxima actividad terrorista de ETA, y para amortiguar este peligro Suárez contó con la figura del General Gutiérrez Mellado, como Vicepresidente del Gobierno.

La tensión en el plano social se neutralizó mediante los Pactos de la Moncloa, que en el terreno socioeconómico eran un testimonio de consenso político. Con estos acuerdos las fuerzas sociales de izquierda y los sindicatos se comprometieron a aceptar cierta austeridad en los salarios a cambio de una serie de contrapartidas que abarcaban desde el inicio de la reforma fiscal, mediante el establecimiento de nuevos impuestos, hasta la creación de un elevado número de puestos escolares y la extensión de las prestaciones de la Seguridad Social.  Mediante estos acuerdos se lograron disminuir las tensiones políticas a la vez que se iniciaba una profunda transformación de la sociedad española.

IV.      LA CONSTITUCIÓN DE 1978

Por primera vez en la historia de España la Constitución fue fruto del consenso, largo y laborioso, entre las diversas fuerzas políticas.  Tan sólo los sectores de extrema derecha y de extrema izquierda se manifestaron su contra, pero como Manuel Fraga y Santiago Carrillo habían votado favorablemente, quedaron social y políticamente aislados.

Un rasgo característico de la Constitución del 78 es la existencia de las llamadas «leyes orgánicas»  que exigen para su aprobación un número de votos equivalente a la mayoría absoluta y no sólo la mayoría relativa de la mitad más uno de los votos.  Con ello se pretendía hacer perdurar en el futuro el consenso constitucional en determinadas materias.

Durante el proceso de elaboración del texto hubo fuertes discrepancias en relación con la abolición de la pena de muerte, que acabó incluyéndose en el texto, y en relación con el aborto y con la libertad de enseñanza (concesión de ayudas a los centros privados y participación de los sectores implicados en la dirección de los centros educativos). En cambio, el tema de la confesionalidad del Estado, que en anteriores ocasiones había sido el caballo de batalla, en esta ocasión tuvo una práctica unanimidad, ya que consideraba como situación óptima un Estado aconfesional en el que se reconociera la realidad objetiva de la influencia de la Iglesia católica.

La Constitución de 1978 consta de 11 títulos y 109 artículos a los que hay que añadir las disposiciones adicionales, transitorias y derogatorias.  La Constitución española fue aprobada en referéndum el 6 de Diciembre de 1978.

            Derechos y deberes de los ciudadanos. La Constitución del 78 asegura un amplio conjunto de derechos democráticos. Partiendo del principio de que «la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado», canaliza la participación de los ciudadanos en la vida política a través de los partidos, que se configuran como la expresión del pluralismo ideológico y los representantes de la voluntad popular. La mayoría de edad y, con ello, el pleno ejercicio de los derechos, se establece en los 18 años.

Los derechos reconocidos a los españoles se pueden englobar en tres apartados:

a.                  -Los derechos individuales. Igualdad ante la ley, derecho a la vida y a la integridad física y moral (se prohíbe la tortura y la pena de muerte), libertad de opinión, de expresión...
b.                 -Los derechos cívico-políticos. Derecho de reunión, de manifestación, de asociación, de sindicación, de huelga...
c.                  -Derechos sociales, que garantizan una calidad de vida aceptable: Derecho a la educación, al trabajo, a la vivienda... También hace referencia a una serie de deberes como la obligación de los ciudadanos de contribuir, de acuerdo con sus recursos, al mantenimiento del gasto público mediante el pago de impuestos.

El sistema de libertades individuales y colectivas queda protegido por tres instituciones: el Tribunal Constitucional, el Poder Judicial y el Defensor del Pueblo, que son elegidas por una mayoría cualificada del Parlamento.

Las Instituciones y los procesos políticos. El régimen político se define como una monarquía parlamentaria.  El rey, Jefe del Estado según el testamento de Franco, continúa siéndolo y es quien lo representa.  Desempeña un papel de árbitro y moderador entre las instituciones, así como de carácter simbólico, pero no tiene unas responsabilidades políticas concretas ni papel decisorio.  En realidad, la Constitución española le atribuye un papel inferior al que puedan tener los jefes de estado de otras democracias europeas.

La división de poderes como garantía de la democracia política. 

El poder legislativo corresponde a las Cortes, que están formadas por dos cámaras elegidas cada cuatro años por sufragio universal, libre, igual, directo y secreto, el Congreso, mediante un sistema electoral proporcional y de listas cerradas; y el Senado, mediante un sistema electoral mayoritario y con listas abiertas.  En ambos casos, la provincia es la circunscripción electoral.  Cada provincia tiene asignados cuatro senadores y un número variable de diputados en función de su población.

En relación al poder legislativo, el sistema español puede definirse como de bicameralismo atenuado, es decir, hay dos cámaras, pero una de ellas, el Congreso de los Diputados, tiene mucha mayor relevancia que el Senado.  Este último queda como una cámara de segunda lectura para los proyectos que han sido aprobados en el Congreso y, además, tiene un cierto componente regional, ya que sus miembros son elegidos por las circunscripciones provinciales y otros lo son en representación de las Comunidades Autónomas.

El poder ejecutivo corresponde al gobierno, integrado por el presidente, los vicepresidentes y los ministros.  La Constitución previene respecto a un exceso de parlamentarismo, quizás debido al recuerdo de épocas pasadas, sobre todo de la Segunda República.  De ahí que, para poder derribar un gobierno, sea necesario presentar un voto de censura constructivo en el Congreso de los Diputados, fórmula que procede del constitucionalismo alemán. 

El poder judicial corresponde a los jueces y magistrados. El Tribunal Supremo es el órgano jurisdiccional superior del Estado; el Tribunal Constitucional, que asume el papel de intérprete último de la Constitución en caso de conflicto y el Defensor del Pueblo, que se encarga de velar por los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos.

El Estado de las autonomías. La Constitución de 1978 articula territorialmente el Estado en municipios, provincias y comunidades autónomas y especifica que estas entidades podrán gestionar sus intereses respectivos con autonomía. Lo más novedoso de la Constitución del 78 es el tratamiento de las Comunidades Autónomas, que supone una ruptura con la anterior organización centralista del Estado en España.  La constitución define un modelo de Estado unitario que reconoce derecho a la autonomía de diferentes nacionalidades y regiones y establece el principio de solidaridad entre todas ellas. 

Cada Comunidad dispone de un Estatuto o norma fundamental que desarrolla y singulariza los principios constitucionales y organiza su vida política en torno a instituciones de autogobierno, que reproducen con bastante exactitud en el ámbito autonómico la estructura y funcionamiento de sus homónimos estatales: un parlamento unicameral, un gobierno y un tribunal superior de justicia. Se regulan dos posibles vías de acceso a la autonomía: la rápida del artículo 151 y la lenta del 143. Para satisfacer a Cataluña, País Vasco y Galicia, al referirse a ellas se empleó el término «nacionalidad», que la derecha consideraba atentatorio contra la unidad nacional.

La delimitación de las competencias que corresponden al Estado y las que corresponden a las comunidades autónomas es un asunto complejo: se entiende que aquellas competencias que no se concretan en los respectivos estatutos corresponden al Estado, aunque está previsto que  poder central pueda delegar atribuciones a las autonomías.  En sentido inverso, “el Estado podrá dictar leyes  para armonizar las disposiciones normativas de las Comunidades Autónomas, aun en el caso de materias atribuidas a la competencia  de estas, cuando así lo exija el interés general”. Como es lógico, la existencia de competencias de gobierno y administración supone la transferencia de recursos financieros y atributos fiscales, siempre bajo la coordinación de la hacienda estatal y atendiendo al principio de solidaridad.

El espíritu de consenso que presidió la redacción de la Constitución permitió la aprobación del sistema autonómico, pero a costa de definir poco el nuevo modelo y de remitir algunos problemas al proceso político posterior.  Esta ambigüedad ha determinado que el desarrollo autonómico sea una cuestión abierta en lo que hace referencia al techo competencias de las diferentes comunidades. 

V.         Los gobiernos de la UCD

Aprobada la Constitución en referéndum por el 87,79% de los votos emitidos, el presidente de Gobierno anunciaba elecciones generales para marzo de 1979. Las elecciones generales supusieron un gran triunfo para Suárez y la UCD y el afianzamiento del PSOE. El sistema de partidos se completaba con el PCE, la nueva Coalición Democrática de Fraga y los partidos regionalistas.

El nuevo gobierno de Adolfo Suárez y el intento de golpe de Estado del 23-F. La configuración del Estado de las autonomías va a recibir un notable impulso. Ya antes de las elecciones, en septiembre de 1977, se había restablecido provisionalmente la Generalitat catalana y al honorable Josep Tarradellas como presidente. En enero y marzo de 1978, se instituyeron respectivamente el Consejo General del País Vasco y la Xunta de Galicia.
En el verano de 1978, diez regiones estaban dotadas de regímenes preautonómicos. Sin embargo, el intento de encauzar la organización territorial del estado no pudo resultar más desafortunado. En febrero de 1980, al plantear el acceso de Andalucía a la autonomía con un techo de competencias inferior al de las regiones "históricas" (Cataluña, País Vasco y Galicia), se dio la sensación de querer inferir a los andaluces un agravio comparativo. El referéndum que se convocó concluyó con un desastre para el Gobierno, que debió cambiar su política autonómica; sin embargo, no pudo evitar que desde ese momento el PSOE adquiriera una clara superioridad en la región.
Los graves problemas económicos, el paro y la escalada terrorista, que golpeaba duramente al ejército y a la población (atentado en la cafetería California), dificultaban gravemente la labor de gobierno. La moción de censura, presentada en mayo por el PSOE, no fue ganada pero deterioró aun más la imagen de Suárez y aumentó el prestigio de Felipe González. Además, empezaron a surgir discrepancias en el seno de UCD. Algunos de sus dirigentes más importantes, los barones, pusieron en entredicho el excesivo protagonismo de Adolfo Suárez y su forma de conducir la política. Incluso, determinadas medidas legales, como la Ley de la Reforma Fiscal, recibieron el rechazo de los liberales del partido. Ante la rebelión de los barones, Adolfo Suárez recompuso el Gobierno, en el que dio entrada a alguno de ellos.
No obstante, la crisis no fue solucionada. Desilusionado, Adolfo Suárez presentó la dimisión como presidente y convocó el Congreso de Mallorca, en el que fue elegido candidato a la presidencia, Leopoldo Calvo Sotelo.
El 23 de febrero de 1981, en la sesión de investidura de Calvo Sotelo, el Teniente Coronel Antonio Tejero irrumpió con cerca de cuatrocientos guardias civiles en el Congreso y secuestró a cuantos allí se encontraban, Gobierno y diputados. La intervención del rey y la falta de respaldo ahogaron el golpe. La reacción de apoyo a la democracia fue unánime en la sociedad española.

El gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo y las elecciones de 1982. El 25 de febrero, Calvo Sotelo es elegido presidente por mayoría absoluta y prosigue la labor legisladora: promulgación del Estatuto de Autonomía de Galicia, la Ley del Defensor del Pueblo, la Ley del Divorcio, la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA). La política exterior del Gobierno Calvo Sotelo significó un cierto cambio de rumbo con respecto a la política neutralista mantenida por Suárez. La intención de ingresar en la OTAN tuvo lugar por un deseo de definir la política de defensa de España, hasta hora subordinada a los pactos con los Estados Unidos. Esta pretensión produjo la ruptura del consenso en política exterior. A pesar de todo, el Gobierno firmó el protocolo de adhesión a la OTAN el 9 de diciembre de 1981. En febrero de 1982 se juzgó a 32 personas por su participación en el golpe de Estado. Cuando las sentencias del tribunal militar fueron conocidas, la opinión pública coincidió con el  presidente del Gobierno considerándolas insuficientes, por lo que la causa se trasladó al Tribunal Supremo que aumentó las penas de manera considerable.
Si en los aspectos señalados anteriormente Calvo Sotelo logró cumplir su programa, en otros muchos fracasó, bien por la magnitud de la tarea o por la división del partido que le apoyaba. El Gobierno se encontró con una situación muy difícil agravada por la crisis económica y su propia fragilidad parlamentaria. Las elecciones autonómicas gallegas (octubre de 1981) y andaluzas (mayo de 1982) revelaban el declive cada vez mayor del centrismo. La UCD se descomponía y Calvo Sotelo disolvió las Cortes y convocó nuevas elecciones.
Las elecciones de 1982 pueden considerarse como el final de la transición pues sus resultados reflejaron un auténtico terremoto electoral que abrió una época nueva destinada a durar mucho tiempo. El PSOE logró más de diez millones de votos, de los que cuatro millones y medio procedían de la abstención o de otros partidos políticos. Los socialistas consiguieron el 48% de los votos y 202 diputados, frente a los 105 de la derecha. Los resultados electorales también supusieron el afianzamiento de la nueva Alianza Popular (105 diputados), la debacle de la UCD (12 diputados) y el fracaso del PCE (4 diputados); mientras, los partidos nacionalistas moderados confirmaron su posición: CiU, 12 diputados y PNV, 8 diputados.





VI.      El Estado de las Autonomías

La organización territorial del Estado español está diseñada en la Constitución de 1978 de una manera ambigua: puede evolucionar hacia un Estado federal, pero también pueden modificarse las competencias transferidas por el Estado a los entes territoriales o comunidades autónomas.
El nivel de desarrollo autonómico queda sujeto, por tanto, a la capacidad de negociación de cada comunidad autónoma y al equilibrio de fuerzas políticas de cada momento. Esta circunstancia ha llevado a los movimientos nacionalistas y regionalistas a buscar el apoyo electoral suficiente para exigir más competencias al Estado; este, por su parte, se encuentra así en un proceso de construcción permanente. En la actualidad, el Estado español es uno de los más descentralizados de Europa.
El texto constitucional establece dos vías para crear comunidades autónomas: La prevista por el artículo 151, también llamada vía rápida, que permite el acceso directo e inmediato al nivel máximo de competencias mediante la aprobación en referéndum de un Estatuto de Autonomía y la establecida por el artículo 143, conocida como vía lenta. El primer procedimiento se diseñó para las nacionalidades históricas, aunque también fue empleado en Andalucía; el segundo procedimiento fue el seguido por las demás comunidades autónomas.
Entre 1979 y 1983 se llevó a cabo el proceso de creación de las diecisiete comunidades autónomas existentes.
País Vasco y Cataluña.- El 25 de octubre de 1979 se aprobaron en referéndum los primeros Estatutos de Autonomía de Cataluña y el País Vasco. Las elecciones para constituir los parlamentos autonómicos se celebraron en ambas comunidades en 1980; en ellas ganaron partidos nacionalistas de derecha moderada. En el País Vasco, la hegemonía política correspondió al PNV, que permitió a Carlos Garaikoetxea convertirse en el primer lendakari de la Comunidad Autónoma; sus sucesores, José Antonio Ardanza y Juan José lbarretxe (desde 1998) han incrementado la demanda de mayor autogobierno.
En Cataluña, el triunfador fue CiU, partido que llevó a la presidencia de la Generalitat de Cataluña a Jordi Pujol. Cuando este abandonó el primer plano de la política (2003), triunfó en Cataluña una coalición de izquierdas liderada por el PSC (Partit deis Socialistas de Catalunya) dirigido por Pasqual Maragall, quien se convirtió en president de Cataluña.
Galicia.- Fue la tercera región que se constituyó en Comunidad Autónoma al aprobar su Estatuto de Autonomía mediante referéndum en diciembre de 1980. Desde las primeras elecciones autonómicas (celebradas en 1981), los gallegos se han decantado por la derecha, votando a AP y a UCD, primero, y al Partido Popular (PP) heredero de ambas formaciones políticas, después.
Andalucía.- Intentó acogerse al artículo 151 de la Constitución para crear su Comunidad Autónoma, pero al chocar con la oposición de la UCD (que quería aplicar esta vía exclusivamente a las nacionalidades históricas) hubo que organizar un referéndum en  febrero de 1980 para decidir si deseaban acceder a la autonomía plena mediante la vía rápida (que resultó positivo) y otro más en octubre de 1981 para aprobar el proyecto de Estatuto. Las primeras elecciones para elegir el Parlamento de Andalucía se celebraron en 1982; en ellas, el PSOE ganó por amplia mayoría y desde entonces y hasta la actualidad ha gobernado esta Comunidad Autónoma (con Manuel Chaves desde 1990).
El resto de las comunidades autónomas, hasta un total de 17, celebraron sus primeras elecciones autonómicas en mayo de 1983.
La mayor parte de las autonomías han adquirido el máximo de competencias previstas, por lo que se espera que en el futuro todas ellas terminen equiparándose e incluso se acerquen al modelo del Estado federal. Todas las autonomías han optado por el diseño institucional previsto en el artículo 152 de la Constitución: una Asamblea legislativa, elegida por sufragio universal; un Consejo de gobierno con funciones ejecutivas y administrativas; un presidente, elegido por la Asamblea de entre sus miembros y nombrado por el rey, al que corresponde la dirección del Consejo de gobierno, la suprema representación de la respectiva comunidad y la ordinaria del Estado en aquélla, un Tribunal Superior de Justicia, sin perjuicio de la jurisdicción que corresponde al Tribunal Supremo, culminará la organización judicial en el ámbito territorial de la comunidad autónoma.
A estas comunidades se añadieron en 1995 las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla; ambas disponen de un Estatuto de Autonomía y de una Asamblea Parlamentaria, aunque su nivel de autogobierno es menor que el de las comunidades.

VII. Los gobiernos del PSOE

La hegemonía del PSOE. El PSOE ganó cuatro elecciones generales consecutivas (1982, 1986,1989 y 1993), y su gobierno se prolongó hasta 1993. Al llegar al poder en 1982, el PSOE se propuso realizar una política reformista en España con el objetivo de modernizar el país. Las cuatros áreas de problemas en los que va a centrar su acción el nuevo gobierno son: lucha contra la crisis económica y el paro, progreso hacia una sociedad más libre e igualitaria, reforma progresiva de la administración del estado, y presencia exterior de España.
La política económica del gobierno socialista.- Cuando los socialistas llegaron al poder se daban unas condiciones económicas pésimas: el déficit alcanzaba el 5% del PNB y la inversión seguía retrocediendo. El ajuste industrial y energético seguía pendiente y la reforma fiscal y financiera se había detenido, mientras la reforma del mercado de trabajo ni siquiera había comenzado. La política económica del gobierno socialista, protagonizada por los ministros Boyer y Solchaga, se centró en los siguientes sectores: el plan de empleo rural (PER) para aliviar la situación del paro en el campo; la creación de zonas de urgente industrialización (ZUR); el saneamiento financiero y la reconversión industrial; medidas intervencionistas como la expropiación de Rumasa, la ley de reconversión estatal y la venta de SEAT.
Esta política encontró un rechazo frontal y creciente de las centrales sindicales, pero mejoró las cifras macroeconómicas de inflación y déficit exterior. Sin embargo, la tasa de paro no sólo no descendió sino que aumentó. Esta política económica sentó las bases para el crecimiento económico posterior. Un efecto muy positivo de la política económica socialista fue el incremento del gasto social, en especial para la creación del Estado del bienestar (obligatoriedad de la enseñanza hasta los 16 años, con la creación de un millón y medio de puestos escolares y el incremento del número de becarios en medio millón; la generalización de la sanidad pública al conjunto de la sociedad; la extensión de la seguridad social hasta las pensiones no contributivas e incremento de la cobertura por paro. El gran reto pendiente en este terreno del Estado del bienestar siguió siendo la vivienda y el paro.
Otras reformas.- Junto al ajuste económico, el gobierno emprendió reformas en diversos frentes: en educación (Ley de Reforma Universitaria; Ley Orgánica de Derecho a la Educación; Ley Orgánica General del Sistema Educativo). En el ámbito jurídico (el Código Penal, que despenaliza el aborto en tres supuestos). En la organización militar (plan de modernización y reducción de efectivos en la Ley de Plantillas; Ley de criterios básicos de la defensa nacional).
La construcción del Estado de las Autonomías.- Coincidiendo con la llegada de los socialistas al poder, se produjo la implantación definitiva del Estado de las Autonomías. Hasta 1981 tan sólo se habían puesto en funcionamiento cinco Estatutos; en 1982-83 se aprobaron y pusieron en marcha otros doce, pero hubo que esperar hasta los años noventa para que el mapa autonómico se pudiera considerar concluido con la aprobación de los Estatutos de Ceuta y Melilla.
El ingreso en la OTAN y en la CEE.- La entrada de nuestro país en OTAN, la alianza militar a la que pertenecían la mayoría de los países de Europa occidental (además de Estados Unidos, Canadá y Turquía), fue objeto de una importante polémica en la opinión pública española. Gran parte de esta, sobre todo la izquierda y, en especial, el PSOE, era contraria a la participación española en alianzas internacionales porque con ella se interrumpía la tradicional neutralidad de nuestro país en política exterior. Cuando Felipe González llegó al poder, cambió de opinión y tuvo que realizar un gran esfuerzo para convencer al partido de la conveniencia de permanecer en la OTAN. Finalmente, el Gobierno socialista convocó el referéndum que había prometido, preguntando a los ciudadanos si votaban o no a favor de la permanencia (y no de la salida) de España en la OTAN. La consulta popular se celebró en marzo de 1986: un 52% de los votantes se pronunció a favor de la permanencia y un 39% se manifestó contrario. El resultado de la votación fue otro éxito personal de González. El ingreso de España en la OTAN se formalizó en mayo de 1982.
El ingreso de España en la Comunidad Económica Europea (hoy Unión Europea) se hizo efectivo a partir de 1985. En dicho año, España firmó en el Palacio de Oriente de Madrid el Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas. Se ponía así fin a un largo periodo de espera que había comenzado con la solicitud de ingreso por parte del Gobierno de Franco. España tuvo que aceptar unas condiciones que parecieron, en general, excesivamente duras: la Comunidad exigió largos "periodos transitorios" para los sectores españoles más competitivos, o para aquellos temas en los que diferentes países miembros temían las malas consecuencias del ingreso español. No obstante, el balance entre las ventajas y los inconvenientes de nuestra permanencia en la Unión Europea ha sido positivo para España. Hoy España está presente en todos los organismos europeos y, en los años de pertenencia a las Comunidades, España ha apoyado y estimulado sistemáticamente los importantes pasos dados en el proceso de formación de la identidad política común europea: la aprobación del Acta única, en 1986, el Tratado de la Unión Europea (Tratado de Maastricht), en 1993, y la ampliación de la Unión.

El declive del PSOE. A partir de 1988, el impulso reformista de la política del PSOE decayó y su política económica y social se inclinó hacia la derecha. Dentro de las propias filas socialistas se produjo cierto malestar. Además, en esta etapa empezaron a manifestarse algunos problemas. El crecimiento económico que se vivió en España en la segunda mitad de los años ochenta implicó el enriquecimiento rápido, a veces muy llamativo, de algunos empresarios, banqueros y políticos que, generalmente, mantenían buenas relaciones con el poder. La opinión pública interpretó que la tecnocracia y el pragmatismo habían sustituido a los ideales de emancipación propios del socialismo. Más tarde salieron a la luz casos de corrupción que afectaban directamente a altos cargos de la Administración; estos hechos provocaron la dimisión del vicepresidente Alfonso Guerra (1991).
El Gobierno aplicó una política económica de tipo neoliberal y acabó con numerosas empresas públicas (privatizando las que pertenecían al INI). Los sindicatos, que habían aceptado el ajuste económico impuesto en los ochenta, reivindicaron medidas que aumentaran el bienestar social y respetaran los derechos laborales. La UGT pasó a criticar abiertamente la política del PSOE. La consecuencia más relevante de este enfrentamiento fue la huelga general del 14 de diciembre de 1988, que tuvo un enorme éxito y obligó al Gobierno a rectificar en parte su política.
El terrorismo de ETA persistió realizando atentados no solo contra representantes del Estado (militares, policías, jueces y fiscales), como había hecho hasta entonces, sino también contra etarras arrepentidos, políticos vascos no nacionalistas, empresarios y ciudadanos en general. A finales de los años ochenta aparecieron los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), que persiguieron a los activistas de ETA. Se extendió la sospecha de connivencia del GAL con los cuerpos policiales del Estado y con el propio Gobierno. Esta acusación y los procesos judiciales contra altos cargos del Ministerio del Interior repercutieron negativamente en la credibilidad del PSOE.
La economía sufrió una recesión tras la celebración en 1992 de la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona; (en 1993 la tasa de desempleo llegó a alcanzar un 24 %). Esta situación impidió que se utilizaran los recursos públicos en políticas sociales, lo cual perjudicó a las medidas previstas por el Gobierno, en especial en el ámbito educativo.
En la última etapa de mandato socialista salieron a la luz pública nuevos escándalos de corrupción y de abuso de poder. Aunque no todos afectaban al Gobierno, los más llamativos estaban relacionados con altos cargos del partido o de la Administración socialista. En la década de 1990, el PSOE fue acusado de financiarse de manera ilegal; la opinión pública supo que el director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, así como otros altos cargos del Ministerio del Interior, y el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, se habían enriquecido aprovechándose de sus puestos de responsabilidad.

VIII. Los gobiernos del PP

El primer gobierno: 1996-2000. El declive de los gobiernos del PSOE se tradujo en su derrota electoral en 1996; esta circunstancia permitió al Partido Popular (PP), liderado por José María Aznar, acceder al poder. El triunfo se produjo por un estrecho margen, lo que obligó a gobernar con el apoyo de otros grupos (especialmente CiU). En su primera etapa en el poder, el PP desarrolló una política centrista y dialogante con grupos políticos y sociales que hasta ese momento le eran hostiles: las minorías nacionalistas (CiU y el PNV) y los sindicatos.
Las medidas adoptadas confirmaron la validez de la derecha española como una alternativa democrática. Así, facilitó la transferencia de competencias a favor de las comunidades autónomas, silenció a los líderes antinacionalistas del PP (sobre todo en Cataluña y el País Vasco), acordó algunas políticas con los sindicatos (para reformar el mercado de trabajo respetando derechos laborales) y mantuvo el poder adquisitivo de las pensiones y el equilibrio financiero de la Seguridad Social (que peligraba con una población cada vez más envejecida). Acabó incluso con el servicio militar obligatorio, iniciando el proceso (concluido en el año 2002) para establecer un Ejército profesional.
España cumplió las condiciones exigidas en el Tratado de Maastricht a costa de aplicar severas medidas de austeridad y pudo entrar en la Unión Económica y Monetaria europea adoptando, como la mayoría de los estados miembros de la UE, el euro, que se puso en circulación en enero de 2002. Además, el índice de desempleo se redujo, situándose en torno al 10%, y los tipos de interés, el déficit público y la inflación descendieron (todos se mantuvieron alrededor del 5%). El índice de crecimiento anual de la economía española fue, en general, superior al de los países de nuestro entorno. El PP obtuvo unos avances significativos en la lucha antiterrorista a través de la desarticulación de comandos terroristas y la movilización social en el País Vasco y en el resto de España. La reacción de la sociedad fue espectacular tras el asesinato en 1997 de Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en Ermua (Vizcaya). Aunque ETA decretó una tregua (1998-1999), posteriormente los atentados continuaron, combinados con violencia callejera, preparados sobre todo para atemorizar a la opinión pública no nacionalista en el País Vasco.

El segundo gobierno: 2000-2004. El resultado de estos logros fue la victoria del PP en las elecciones del año 2000 por mayoría absoluta. El Gobierno, liberado de la necesidad de dialogar con los nacionalistas, los sindicatos y otras fuerzas sociales, optó más por la confrontación que por la negociación.
Así sucedió, por ejemplo, con su política de recorte de derechos laborales: el Gobierno intentó modificar el subsidio de desempleo y reformar o suprimir el subsidio agrario de los trabajadores eventuales del campo (conocido como PER), relevante sobre todo en Andalucía. Este intento encontró la oposición de UGT y CC 00, que convocaron una huelga general (2002). A esta reacción sindical siguió la sustitución del ministro de Trabajo y una rectificación de la reforma laboral.
Se produjo un enfrentamiento entre el PP y diversas fuerzas políticas nacionalistas: el PNV y el BNG (en Galicia). Con CiU el enfrentamiento fue menor debido a que este grupo político necesitaba del respaldo del PP para seguir gobernando en Cataluña.
La reforma prevista en la enseñanza a través de la Ley de Calidad de la Educación (diciembre de 2002) originó numerosas protestas de docentes y alumnos que criticaron la escasez de recursos presupuestarios, la ampliación de las ayudas a la enseñanza privada, la reapertura del debate sobre la presencia de la religión en la enseñanza pública y la supresión de la LOGSE.
Se produjo un evidente alineamiento de España con la política del presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Desde la presidencia estadounidense, Bush acusó al presidente de Irak, Sadam Hussein, de no colaborar con los proyectos de desarme impulsados por la ONU y de fomentar el terrorismo internacional. La postura del Gobierno español se enfrentó con una enorme oposición popular y política que se reflejó en las manifestaciones masivas (unos tres millones de personas solo en España y más de treinta millones en todo el mundo) celebradas el 15 de febrero de 2003 contra una previsible guerra en Irak. La protesta contra la guerra no pudo impedir que, en marzo de 2003, una coalición militar formada por Estados Unidos y Gran Bretaña (con un importante apoyo diplomático y un posterior respaldo militar de España) invadiese Irak. Cuando el segundo mandato del PP llegaba a su fin, en la mañana del 11 de marzo de 2004, España sufrió el mayor atentado terrorista de su historia: varias bombas estallaron en trenes de cercanías en Madrid y provocaron más de 190 muertos y miles de heridos. Pronto existieron indicios que señalaban la autoría islamista del atentado, por lo que muchos ciudadanos interpretaron que la acción terrorista era una respuesta al apoyo del PP a las políticas de Bush (Guerra de Irak). El Gobierno presidido por Aznar mantuvo, sin embargo, la tesis de que ETA había sido la autora del atentado. Este hecho despertó la indignación de buena parte de la opinión pública ante lo que creían una manipulación informativa gubernamental de cara a las elecciones generales que habrían de celebrarse el 14 de marzo y en las que, contra la mayoría de los pronósticos, resultó ganador el PSOE.


No hay comentarios:

Publicar un comentario