PRESENTACIÓN BLOQUE 9
ESTÁNDARES BLOQUE 9
VIDEOS DE MEMORIA DE ESPAÑA CORRESPONDIENTES A ESTE BLOQUE
ESTÁNDARES BLOQUE 9
VIDEOS DE MEMORIA DE ESPAÑA CORRESPONDIENTES A ESTE BLOQUE
"Alfonso XIII"
"España, España" (primera parte, dictadura de Primo de Rivera)
"España, España" (primera parte, dictadura de Primo de Rivera)
APUNTES DEL BLOQUE
I.
El
regeneracionismo político.
II.
El nacimiento de
los nacionalismos.
III.
La crisis de 1917.
IV.
El problema de
Marruecos.
V.
La
quiebra de la monarquía parlamentaria.
VI.
La
Dictadura de Primo de Rivera
VII.
El
final de la Dictadura y de la Monarquía.
La
mayoría de edad de Alfonso XIII coincide con la decadencia del sistema
canovista. La pérdida de sus principales líderes (Cánovas y Sagasta), la
división de los partidos dinásticos y la aparición de otros, así como la cada
vez mayor dificultad de manipular las elecciones provocará el inicio de una
etapa de gran inestabilidad política
caracterizada por gobiernos muy cortos, todo ello en medio de una sociedad cada
vez más desmoralizada (crisis del 98, problema de Marruecos) y crispada por la
corrupción e ineficacia política y por las fuertes diferencias sociales. El rey
y el gobierno fueron incapaces de reconducir la situación creando una nueva
etapa constituyente que diera lugar a un sistema más justo y eficaz. Así las
cosas, Miguel primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, protagonizó un
pronunciamiento militar en 1923, que contó con el apoyo de Alfonso XIII. Se
proclamó salvador de la patria y “cirujano de hierro” que habría de extirpar sus
males. Su tarea como gobernante tuvo luces y sombras, pero su mayor fracaso fue
la incapacidad de modernizar el tradicional liberalismo oligárquico español.
Políticamente, la Dictadura generó una lamentable consecuencia: la vuelta del
estamento militar, con el recurso de la fuerza, a la política del país, después
de que el sistema de Cánovas consiguiera, probablemente en su logro más
notable, mantenerlo alejado. El golpe de estado de 1923 rescató la mentalidad
según la cual los militares subordinaban la legalidad de cualquier régimen a su
propio modo de ver las cosas o a meros intereses como grupo, contexto en el que
se enmarcarán también los
pronunciamientos republicanos de 1930 y la sublevación de julio de 1936.
I. EL
REGENERACIONISMO POLÍTICO.
Uno
de los aspectos más característicos del final de siglo es la aparición del
regeneracionismo, una escuela de pensamiento caracterizada por una actitud
profundamente crítica de la realidad española. La tesis regeneracionista se
basaba en la corrupción de los partidos políticos y en el atraso económico y
social de España y planteaban programas basados en una reorganización política,
la limpieza del sistema electoral, la reforma educativa, la ayuda social, las
obras públicas y, en definitiva, una actuación encaminada al bien común y no en
beneficio de los intereses políticos de la oligarquía. Ante la crisis de la
conciencia nacional española pretenden encontrar una clave espiritual para el
ser de España y sus habitantes.
En
realidad, esta actitud se había iniciado con anterioridad al 98. El origen del
regeneracionismo puede remontarse hasta Valentí Almirall, quien en su
obra España tal como es (1885)
asegura que nuestro país sólo es superior a los demás en deuda pública y número
de generales. Lucas Mallada y Macías Picavea insisten en los «males
de España». Más volcados hacia la
reflexión sobre la identidad de España se muestran Miguel de Unamuno y Ángel
Ganivet. Joaquín Costa fue el primero en recomendar una política de
aprovechamiento hidráulico, que con posterioridad tendría una influencia
considerable. Criticó, además, la falta
de veracidad del sistema liberal, y para llevar a cabo la regeneración del
país, apeló a la irrupción en la vida española de una personalidad fuerte que
actuara como el «cirujano de hierro».
Los
intentos de regeneración van a ser llevados a la práctica por las dos grandes
figuras de la vida política española de la época: desde el Partido Conservador
Antonio Maura y desde el Partido Liberal José Canalejas.
1.-Antonio Maura era consciente de que el
sistema político de la Restauración no tenía un auténtico apoyo popular y
pretendió propiciar la participación en la vida política de las denominadas «masas
neutras», indiferentes con respecto al sistema político. Con la nueva Ley
Electoral se pretendía, aunque no se conseguiría dar
una mayor pureza a las elecciones (voto masculino obligatorio,
nombramiento automático de las mesas electorales...); con la Ley de Administración Local se
pretendía dar una mayor autenticidad y autonomía a la vida local, donde
persistían algunos de los peores males de la vida pública española. En esta Ley
de Administración Local se incluía la posibilidad de que las Diputaciones
colaboraran entre sí mediante las llamadas Mancomunidades, una medida que podía
dar satisfacción parcial a los catalanistas.
Bajo los
gobiernos de Maura se distaron numerosas disposiciones de carácter económico
unas (Ley de Protección de la Industria Nacional; Ley de Fomento de Industrias
y Comunicaciones Marítimas), de carácter social otras, como la creación del Instituto Nacional de Previsión, y la
promulgación de las leyes relativas al descanso dominical, colonización
interior, emigración, tribunales industriales, etc.
2.-La
labor legislativa de Canalejas fue más discreta que la de Maura:
sustitución del impuesto de ‘consumos’ por un impuesto progresivo sobre las rentas urbanas; la reforma de la Ley
de Reclutamiento, que establecía
un servicio militar obligatorio en tiempo de guerra y en tiempo de paz: hasta
entonces había existido la posible redención en metálico que permitía eludir la
obligación de incorporarse a las filas del ejército a los jóvenes de las clases
acomodadas. En 1.910 se aprobó la Ley del Candado, por la que no se
podrían establecer nuevas órdenes religiosas en España sin previa autorización.
La labor de gobierno de Canalejas quedó truncada (proyecto de ley de
Mancomunidades Provinciales) cuando fue asesinado en 1912 por un anarquista.
II. EL
NACIMIENTO DE LOS NACIONALISMOS
Inicialmente fueron la expresión política de las
pequeñas y medianas burguesías de las regiones con mayor independencia
económica. Sin embargo, hubo que esperar a los años posteriores al desastre
colonial para que estos movimientos se convirtieran en partidos políticos.
En Cataluña fue surgiendo un movimiento cultural -La Renaixença- (historia, literatura, artes, utilizando como instrumento la lengua propia). Ya en la Restauración, surgió el catalanismo político: en 1887, los conservadores fundaron la Lliga de Catalunya y en 1891 nacía Unió Catalanista. Fue esta organización quien convocó la asamblea de la que salieron las Bases de Manresa, redactadas por Prat de la Riba, y consideradas como el fundamento del programa autonomista catalán. El catalanismo era una fuerza política de centro que se basaba en la aceptación de la democracia, el federalismo y un catolicismo no integrista. El mensaje del catalanismo fue siempre de regeneración de toda la política del Estado y significó una voluntad de modernizar España.
El nacionalismo del País
Vasco surgió en un clima de defensa de los fueros, abolidos en 1.876, lo
cual fue considerado como un ataque contra los vascos y no como una medida
contra los carlistas. Se mostraba como contrario a la modernización industrial
y urbana, basado en una imagen idealizada del pasado rural vasco libre.
En 1.895 se fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) con
una solemne declaración antiespañola. En el ideario de Sabino Arana, los vascos (racialmente superiores a los españoles)
reclamaban la independencia como medio para recuperar la libertad originaria e
histórica del pueblo vasco, expresada en el lema ‘Jaongoikoa eta laguizarra’
(Dios y Ley Vieja), frente a los corruptos ateos liberales españoles. En el
nacionalismo vasco tuvo un papel
esencial el elemento religioso y racista, y en lo político se declaró contrario
a la Monarquía.
En Galicia, tras el
resurgir literario de los años sesenta protagonizado por Rosalía de Castro
hubo, a partir de los años ochenta, dos versiones de regionalismo, la liberal
de Murguía y la católica y más
tradicional de Alfredo Brañas.
III. LA CRISIS DE 1.917.
La
crisis social. En la segunda década del siglo los sindicatos se convirtieron en
verdaderas organizaciones de masas. La UGT
triplicó sus afiliados y hacia 1913 llegaría a disponer de 150.000
miembros. El anarquismo, agrupado en la CNT
(Confederación Nacional del Trabajo), vio aumentar su afiliación de forma
sustancial a partir de 1914.
El ejemplo de la revolución soviética y el fuerte
aumento de los precios, como consecuencia de la I Guerra Mundial, contribuyó a
alentar la protesta. En marzo de 1917,
en un manifiesto conjunto (Pablo Iglesias y Largo Caballero por parte de UGT y
Ángel Pestaña y Salvador Seguí por la CNT), emplazaron al gobierno para que
remediase el problema de las subsistencias bajo la amenaza de la convocatoria
de una huelga general. La huelga general, iniciada por los ferroviarios de la
UGT acabó estallando en agosto de 1917. Los incidentes que provocó la huelga
fueron muy graves, sobre todo en Asturias, y llegaron a ocasionar más de 200
muertos en toda España y más de 2000 detenidos. Para contener la protesta
sindical fue necesario recurrir a la presencia del ejército. Los miembros del
comité de huelga fueron condenados a muerte, si bien pocos meses después fueron
amnistiados.
La
crisis militar. Para el sistema
político de la Restauración resultó más crucial, a pesar de la gravedad de la
protesta sindical, la protesta del ejército En 1.916 los oficiales del ejército
peninsular se habían organizado en Juntas Militares de Defensa, que protestaban contra los ascensos por
méritos de guerra y por la situación económica del ejército. Cuando en 1.917 el
gobierno exigió la disolución de las Juntas, los militares se negaron... el
pulso estaba echado y una de las bases del sistema de la Restauración se
quebraba.
La
crisis política. Al descontento militar se unió también ahora
el descontento de la clase política tradicional ante la negativa del gobierno
de Eduardo Dato a reunir a las
Cortes. Cambó organizó en Barcelona (Julio) una Asamblea de Parlamentarios para con ella presionar al poder a
llevar a cabo una regeneración política.
La Asamblea pidió la formación de un gobierno provisional y la
convocatoria de Cortes Constituyentes.
Sin embargo, Cambó no logró el apoyo de todos los grupos políticos y la
Asamblea tuvo una participación reducida: en torno a 60 diputados de
orientación marcadamente izquierdista.
Unos días después sería disuelta por el gobierno sin encontrar ninguna
resistencia.
Entre
los años 1917 y 1923 se produjeron veintitrés crisis de gobierno totales y
treinta parciales, por lo que no puede extrañar que la opinión pública pensara
que el Estado estaba en manos de unos incapaces que lo llevaban a la deriva.
IV. EL
PROBLEMA DE MARRUECOS
El
problema de Marruecos. Desde el siglo XVI España mantenía las plazas
fuertes de Ceuta y Melilla y deseaba incorporar los territorios del interior
que nos fueron adjudicados en la Conferencia
de Algeciras (1906). Su complicada orografía hacia muy difícil la
penetración, y a ello se añadía la extrema belicosidad de las cabilas
rifeñas. La guerra de Marruecos fue
siempre muy impopular ya que los
reclutas procedían sólo de las clases humildes.
Con
posterioridad se produjeron los incidentes “Barranco del Lobo” (1909),
tras el ataque a obreros españoles del ferrocarril. La movilización decretada
en Barcelona por el primer ministro Maura como consecuencia acabó degenerando en
la “Semana Trágica”, la cual manifestaba el profundamente injusto sistema de
quintas con redención en metálico. Años después se produjo el desastre de
Annual la matanza de Monte
Arruit (1.921) cuando los rifeños
dirigidos por Abd-el-Krim atacaron por sorpresa ese puesto. El episodio concluyó en una desbandada
enloquecida hacia Melilla. El ejército
del general Silvestre no sólo perdió a su jefe sino también a más de 10.000
hombres.
Lo
más grave del desastre de Annual fueron sus consecuencias políticas, esto es,
el descrédito completo del sistema político de la Restauración. El hecho de que
el rey fuera partidario de la expansión marroquí le acarreó todo tipo de
críticas, siendo acusado de supuesta responsabilidad en los hechos. Además, se puso en evidencia la incompetencia
de muchos mandos militares y la improvisación y mala preparación en los
ejércitos, cuya presencia en Marruecos parecía deberse al ansia de alcanzar
méritos y condecoraciones y no a la necesidad consolidar y dominar un
territorio, pese a que se mostraron bastante poco eficaces frente a un enemigo
muy inferior en teoría
La
solución al problema marroquí llegaría con Primo de Rivera. En 1925 tuvo lugar
el desembarco de Alhucemas, una
operación en la que se impuso una abrumadora superioridad de medios por parte de una coalición franco-española,
pues Abd-el-Krim había atacado también intereses franceses. La guerra fue muy cruel por ambos bandos pero
la superioridad técnica se impuso.
Otra
consecuencia del problema marroquí, aparte de la crítica social, fue la
aparición de una “casta” militar formada por los llamados oficiales
“africanistas” ascendidos por las pequeñas acciones de combate allí
registradas. Estos se sintieron atacados por la sociedad y reaccionaron
sintiéndose una elite superior, única capaz de “salvar España” de los males
creados por los presuntamente corruptos e incompetentes “políticos
profesionales”. La triste tradición de asalto al poder por los militares
parecía volver a ser una amenaza.
V. LA QUIEBRA
DE LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA.
El desastre de
Marruecos tuvo como consecuencia inmediata la formación de un gobierno de
concentración del que formaron parte todos los grupos políticos de la
Restauración, presidido por el conservador Maura y, a finales de
1922, se formó un nuevo gobierno de concentración presidido por el liberal García Prieto, que pretendía lograr una amplia democratización de la Monarquía
aunque fue incapaz de ello. Por lo demás, las zancadillas, las rivalidades
personales en el seno de estos gabinetes impedían cualquier acción eficaz de
gobierno.
En
el año 1923 todo el sistema político que caracterizó la Restauración estaba en
plena descomposición, hasta el punto de que hasta era cada vez más difícil
controlar desde el poder el resultado de las elecciones. Entre 1917 y 1923 se produjeron veintitrés
crisis de gobierno totales y treinta parciales, por lo que no puede extrañar
que la opinión pública pensara que el Estado estaba en manos de unos incapaces
que lo llevaban sin rumbo.
Estos
eran los principales síntomas de la crisis:
-La
creciente tensión social. Como consecuencia de la recesión económica una vez acabada la I
Guerra Mundial al cerrarse los mercados internacionales y encontrarse la economía
española con un exceso de producción y un encarecimiento general de los
precios. Las huelgas, violencias y disturbios callejeros subieron de tono y el
orden público, tanto en el campo como en la ciudad, se convirtió en un problema
de primera magnitud. El pistolerismo, que asoló Barcelona en estos años,
consistió en el mero asesinato de los líderes sindicales “molestos” para
algunos patronos, y era contestado al mismo nivel por algunos elementos de
aquellos. Igualmente, el ‘lock-out’ (cierre patronal) fue un medio frecuente
para resolver conflictos laborales. Ambos fenómenos crearon un clima de miedo y
fuerte tensión.
-El malestar
del estamento militar. La inquietud del ejército: salarios,
desprestigio social, tensiones internas
entre armas y “africanistas” contra “no africanistas”…Pero especialmente grave,
fue la reacción provocada por el expediente Picasso, abierto tras el desastre
de Annual en 1.921. Elaborada por el general del mismo nombre, ponía al
descubierto un cúmulo de errores de
planificación, casos de ineptitud en el mando, cobardía de muchos oficiales y
flagrantes casos de corruptelas en el aprovisionamiento de las tropas. Al
final, dejaba abierta la posibilidad de que las responsabilidades ascendieran
hasta el propio rey. Este informe fue convenientemente silenciado y la reacción
entre los militares fue acusar de todo al estamento político.
-Se
fortalecen los partidos no dinásticos. Republicanos y socialistas
incrementaban su prestigio y el catalanismo político exigía más autonomía y
cuestionaba la estructura del Estado.
-La crítica
de los intelectuales y regeneracionistas a la corrupción
generalizada, la inmoralidad de muchos
políticos y la ineficacia del sistema.
-La
desmoralización de la sociedad en general ante fenómenos como la
guerra de Marruecos (persistía en parte el problema de las quintas), el
terrorismo de origen anarquista, etc.
Con
anterioridad a que Miguel Primo de Rivera se sublevara en Barcelona, un grupo
de generales (Federico Berenguer, José Cavalcanti) conspiraban abiertamente en
Madrid.
VI. LA
DICTADURA DE MIGUEL PRIMO DE RIVERA
El Directorio
Militar
Tras el pronunciamiento del
13 de Septiembre, inmediatamente
aceptado por el rey, Miguel Primo de Rivera fue nombrado presidente del
gobierno y constituyó un ejecutivo formado exclusivamente por generales: el
Directorio Militar. Además, se procedió
a la disolución del Congreso de los Diputados y se prohibió la libre actividad
de los partidos políticos. Con la excusa
de terminar con el viejo sistema corrupto y con el caciquismo, se
suprimieron las diputaciones provinciales y los ayuntamientos. Durante la
Dictadura, no se volvieron a celebrar elecciones municipales o nacionales. Los
concejales fueron sustituidos por «vocales
asociados», que eran designados mediante sorteo entre los mayores
contribuyentes del municipio. Los
alcaldes eran nombrados por el gobierno
y al frente de las provincias fueron colocados militares. También se
creó la Asamblea Nacional, una pura
parodia de parlamento.
Primo de Rivera constituyó
una nueva fuerza política en el año 1924: la Unión Patriótica, a la cual se adhirieron todo tipo de personas adictas al régimen o
deseosas de medrar y sacar partido de la política, además de buena parte de las
oligarquías del antiguo caciquismo. Se trataba de un partido que en realidad no
era más que una maniobra gubernamental para dar una apariencia de normalidad,
totalmente inconsistente y vacío de contenido. Primo de Rivera no legitimó su
régimen mediante unas elecciones sino que prefirió seguir en el poder
manteniendo el estado de excepción, aprovechando el apoyo de la opinión pública
tras el éxito cosechado en Marruecos con el desembarco de Alhucemas
(1925), que solucionó definitivamente la guerra de Marruecos.
El Directorio Civil
En 1925, Primo de Rivera
reestableció el Consejo de Ministros, ahora formado por una mayoría de civiles,
iniciándose así la etapa del denominado Directorio civil. Los políticos más significados de esta nueva
etapa fueron el Ministro de Hacienda José Calvo Sotelo, que desarrolló una política
monetaria muy discutible, y el Ministro de Trabajo Eduardo Aunós, antiguo miembro de la Lliga Regionalista de
Catalunya. Los militares continuaron
ocupando los ministerios de Gobernación, Guerra y Marina.
Aspectos sociales y económicos
Los años de la Dictadura de
Primo de Rivera coincidieron con una época de crecimiento económico nacional e
internacional. El gobierno favoreció a
los empresarios españoles con una política proteccionista,
aumentando los aranceles que gravaban las importaciones, y aplicó una política
intervensionista subvencionando a las empresas privadas no rentables:
ferroviarias, navieras y mineras.
En
este periodo aparecieron algunos grandes monopolios: el 1924 se cedió el
monopolio de la telefonía a la I.T.T., que constituyó la C.T.N.E; en 1927 se
concedió el monopolio de la importación, refinado, distribución y venta de
petróleos a la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMPSA), con
capital mixto de la banca española y del Estado, apartando de este sector
estratégico a las empresas extranjeras (Shell y Standard Oil).
Igualmente, se fomentó la
construcción de obras públicas: se
amplió notablemente la red ferroviaria y se inició la electrificación de
algunos tramos; se mejoraron los puertos; se construyeron carreteras y caminos
y se levantaron, en colaboración con los ayuntamientos, 5 000 nuevas
escuelas. Esta política de obras
públicas impulsó la industria del cemento y la siderurgia. En el ámbito rural se crearon las
Confederaciones Hidrográficas, se desarrollaron ambiciosos planes de regadíos,
de reforestación, de electrificación, etc. Todas estas inversiones se
realizaron, ante la escasez de fondos públicos, a cuenta, creando un fuerte
endeudamiento que posteriormente pesaría sobre los gobiernos de la II República
Desde el punto de vista
social la Dictadura combinó represión
del movimiento obrero con un cierto paternalismo. Se ilegalizaron los sindicatos libres y se
prohibió la CNT, pero la UGT fue tolerada e incluso algunos de sus dirigentes
desempeñaron algunos cargos. Para compensar esto, se creó la Organización
Corporativa Nacional, parodia de sindicato y se promulgó el Código Laboral de
1926, la ley del descanso dominical, otorgó subsidios para familias numerosas,
mejoró prestaciones de la Seguridad Social, etc. Con la finalidad de controlar
los conflictos laborales y evitar las huelgas, el Estado intervino en las
relaciones laborales: se constituyeron los comités
paritarios (locales, provinciales y nacionales) por oficios para
reglamentar los salarios y las condiciones de trabajo.
Terminada la Primera Guerra
Mundial, las democracias liberales entraron en un período de profunda
crisis. Algunos las señalaron como las
culpables de la terrible contienda o, cuando menos, de no haberla sabido
evitar. Se señalaba la ineficacia del
parlamentarismo, siempre enfrascado en discusiones inútiles, y la inoperancia
de los partidos políticos, a los que se achacaba preocuparse más por sus
intereses particulares que por los de la nación. Por contra, se entendía que para que el
Estado fuera eficaz, era necesaria la existencia de gobiernos fuertes,
sustentados en un solo partido.
El Estado liberal
democrático se vio pues atacado desde dos frentes contrapuestos. El uno, el socialismo, muy fortalecido desde
el triunfo de la revolución soviética, que defendía la existencia de un Estado
fuerte regido por la “dictadura del proletariado”. El otro, los fascismos, defensores del Estado
dictatorial representaban la respuesta de las clases medias ante el empuje del
proletariado y las medidas económicas del capitalismo, que siempre les
perjudicaban. Los fascismos cayeron,
además, en un exacerbado nacionalismo. Aunque sólo triunfó en Italia y
Alemania, el fascismo se extendió por casi toda Europa, inspirando a dictaduras
como las de Primo de Rivera en España, Salazar en Portugal, Dollfuss en
Austria, Codreanu en Rumania, etc.
VII. EL FINAL DE LA DICTADURA Y DE LA MONARQUÍA
Desde
1927, creció la oposición al régimen, que hizo revivir las movilizaciones. Los políticos de los partidos tradicionales
se retraían y alejaban de la monarquía, a medida que el rey se negaba a
convocar elecciones y restablecer la Constitución.
Paralelamente,
el hasta entonces adormecido republicanismo
crecía espectacularmente a la vez que aumentaba el desprestigio del rey y la
oposición a la monarquía. En 1927 se fundó Alianza Republicana, que pronto
alcanzó los 100.000 afiliados.
También
empezó a organizarse una fuerte oposición en el seno del nacionalismo, especialmente en
Cataluña, debido a las medidas anticatalanistas del régimen (liquidación de la
Mancomunidad de Cataluña, prohibición del uso de la lengua y bandera
catalanas).
Muchos
intelectuales de gran talla,
como Unamuno, Gregorio Marañón, Jiménez de Asúa
u Ortega y Gasset constituyeron también una combativa oposición,
llegando a fundar, ya en 1930, algunos de ellos (Marañón, Ortega y Pérez de
Ayala) la “Agrupación al Servicio de la República”.
Asimismo
los estudiantes universitarios
protagonizaron diversos actos de oposición y alborotos, especialmente desde
1929 y desde la organización “Fundación
Universitaria Española” (FUE), llegándose a cerrar la Universidad de Madrid y a
detener a diversos estudiantes.
Los
movimientos obreros fueron
pasando, del desconcierto y luego conformismo de comienzos de la Dictadura a
una fuerte movilización en contra de régimen, especialmente a partir de 1929,
cuando se empezaron a notar las secuelas de la crisis económica mundial. La
CNT, anarquista, duramente reprimida,
era ya muy numerosa y proponía la acción revolucionaria. En 1927,
aparecerá la Federación Anarquista Ibérica (FAI), de tendencia aún más radical
e impulsiva. Los socialistas, que en un principio colaboraron con el régimen,
también crecerán en afiliación y se decantarán con claridad por una república
democrática.
Por
último, sectores del ejército
mostraron su descontento, principalmente por medidas concretas de la Dictadura
que afectaban a su carrera profesional: parcialidades en los ascensos,
conflictos en el arma de Artillería... esto hizo que se produjesen conatos de
conspiración y que muchos jóvenes oficiales se decantasen por el
republicanismo, incluso por la vía insurreccional.
Tras
la caída de Primo de Rivera, Alfonso XIII mandó formar gobierno al general Berenguer, antiguo Alto
Comisionado de Marruecos. De gran prestigio como militar, pero poco hábil en la
política y carente de apoyos importantes, no pudo, como en principio intentó,
conseguir la vuelta al orden constitucional anterior a la Dictadura, y por otro
lado le faltaba energía para haber continuado con un régimen totalitario. Muy
pocos monárquicos quisieron colaborar con él, e incluso algunos, como Miguel
Maura y Alcalá-Zamora se declararon republicanos. La lentitud y los errores que
acumuló en su proyecto, y el crecimiento de la contestación en la calle,
hicieron que la prensa bautizara su régimen como la “Dictablanda”.
Mientras
tanto, los grupos republicanos crecían
y se organizaban con rapidez; el clima general se iba decantando como
republicano, opción que además contó con el apoyo del nacionalismo catalán y gallego, que veía en la República
la posibilidad de conseguir por primera vez estatutos de autonomía, y del PSOE y la UGT, que se declararon a
favor, e incluso de la CNT. Así las cosas, en agosto de 1930 se reunieron en el
llamado Pacto de San Sebastián todos aquellos grupos que conspiraban en pro
de la implantación de la república: partidos republicanos de izquierda, centro
y derecha, PSOE y grupos nacionalistas gallegos y, sobre todo, catalanes, cuya
influencia fue muy importante. Organizaron un “Comité Revolucionario", liderado por Alcalá-Zamora, que debía
contactar con militares adeptos para un levantamiento, y con los líderes
obreros para obtener el imprescindible
apoyo de los trabajadores. Se fijó el pronunciamiento para el día 15 de
diciembre dirigido por Queipo de Llano y Ramón Franco, pero el día 12 se
adelantaron los capitanes Fermín Galán y García Hernández desde la guarnición
de Jaca (Huesca). Carentes de apoyo y mal organizados, fueron fácilmente
reducidos, juzgados y ejecutados, mientras muchos miembros del Comité
Revolucionario eran detenidos y encarcelados. Esto no impidió que se llevara a
cabo el golpe previsto el día 15 en el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid),
aunque también fracasó y sus protagonistas huyeron.
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