BLOQUE 9



BLOQUE 9. La crisis del Sistema de la Restauración y la caída de la Monarquía (1902-1931)

"Alfonso XIII"
"España, España" (primera parte, dictadura de Primo de Rivera)

APUNTES DEL BLOQUE
                                                                                     I.            El regeneracionismo político.
                                                                                   II.            El nacimiento de los nacionalismos.
                                                                                 III.            La crisis de 1917.
                                                                                IV.            El problema de Marruecos.
                                                                                  V.            La quiebra de la monarquía parlamentaria.
                                                                                VI.            La Dictadura de Primo de Rivera
                                                                              VII.            El final de la Dictadura y de la Monarquía.

La mayoría de edad de Alfonso XIII coincide con la decadencia del sistema canovista. La pérdida de sus principales líderes (Cánovas y Sagasta), la división de los partidos dinásticos y la aparición de otros, así como la cada vez mayor dificultad de manipular las elecciones provocará el inicio de una etapa de gran inestabilidad  política caracterizada por gobiernos muy cortos, todo ello en medio de una sociedad cada vez más desmoralizada (crisis del 98, problema de Marruecos) y crispada por la corrupción e ineficacia política y por las fuertes diferencias sociales. El rey y el gobierno fueron incapaces de reconducir la situación creando una nueva etapa constituyente que diera lugar a un sistema más justo y eficaz. Así las cosas, Miguel primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, protagonizó un pronunciamiento militar en 1923, que contó con el apoyo de Alfonso XIII. Se proclamó salvador de la patria y “cirujano de hierro” que habría de extirpar sus males. Su tarea como gobernante tuvo luces y sombras, pero su mayor fracaso fue la incapacidad de modernizar el tradicional liberalismo oligárquico español. Políticamente, la Dictadura generó una lamentable consecuencia: la vuelta del estamento militar, con el recurso de la fuerza, a la política del país, después de que el sistema de Cánovas consiguiera, probablemente en su logro más notable, mantenerlo alejado. El golpe de estado de 1923 rescató la mentalidad según la cual los militares subordinaban la legalidad de cualquier régimen a su propio modo de ver las cosas o a meros intereses como grupo, contexto en el que se enmarcarán también  los pronunciamientos republicanos de 1930 y la sublevación de julio de 1936.

I. EL REGENERACIONISMO POLÍTICO.

Uno de los aspectos más característicos del final de siglo es la aparición del regeneracionismo, una escuela de pensamiento caracterizada por una actitud profundamente crítica de la realidad española. La tesis regeneracionista se basaba en la corrupción de los partidos políticos y en el atraso económico y social de España y planteaban programas basados en una reorganización política, la limpieza del sistema electoral, la reforma educativa, la ayuda social, las obras públicas y, en definitiva, una actuación encaminada al bien común y no en beneficio de los intereses políticos de la oligarquía. Ante la crisis de la conciencia nacional española pretenden encontrar una clave espiritual para el ser de España y sus habitantes.

En realidad, esta actitud se había iniciado con anterioridad al 98. El origen del regeneracionismo puede remontarse hasta Valentí Almirall, quien en su obra España tal como es (1885) asegura que nuestro país sólo es superior a los demás en deuda pública y número de generales.  Lucas Mallada  y Macías Picavea insisten en los «males de España».  Más volcados hacia la reflexión sobre la identidad de España se muestran Miguel de Unamuno y Ángel Ganivet. Joaquín Costa fue el primero en recomendar una política de aprovechamiento hidráulico, que con posterioridad tendría una influencia considerable.  Criticó, además, la falta de veracidad del sistema liberal, y para llevar a cabo la regeneración del país, apeló a la irrupción en la vida española de una personalidad fuerte que actuara como el «cirujano de hierro».

Los intentos de regeneración van a ser llevados a la práctica por las dos grandes figuras de la vida política española de la época: desde el Partido Conservador Antonio Maura y desde el Partido Liberal  José Canalejas.

1.-Antonio Maura era consciente de que el sistema político de la Restauración no tenía un auténtico apoyo popular y pretendió propiciar la participación en la vida política de las denominadas «masas neutras», indiferentes con respecto al sistema político. Con la nueva Ley Electoral se pretendía, aunque no se conseguiría dar una mayor pureza a las elecciones (voto masculino obligatorio, nombramiento automático de las mesas electorales...); con la Ley de Administración Local se pretendía dar una mayor autenticidad y autonomía a la vida local, donde persistían algunos de los peores males de la vida pública española. En esta Ley de Administración Local se incluía la posibilidad de que las Diputaciones colaboraran entre sí mediante las llamadas Mancomunidades, una medida que podía dar satisfacción parcial a los catalanistas.
Bajo los gobiernos de Maura se distaron numerosas disposiciones de carácter económico unas (Ley de Protección de la Industria Nacional; Ley de Fomento de Industrias y Comunicaciones Marítimas), de carácter social otras, como la creación del Instituto Nacional de Previsión, y la promulgación de las leyes relativas al descanso dominical, colonización interior, emigración, tribunales industriales, etc. 

2.-La labor legislativa de Canalejas fue más discreta que la de Maura: sustitución del impuesto de ‘consumos’ por un impuesto progresivo sobre las rentas urbanas; la reforma de la Ley de Reclutamiento, que establecía un servicio militar obligatorio en tiempo de guerra y en tiempo de paz: hasta entonces había existido la posible redención en metálico que permitía eludir la obligación de incorporarse a las filas del ejército a los jóvenes de las clases acomodadas.  En 1.910 se aprobó la Ley del Candado, por la que no se podrían establecer nuevas órdenes religiosas en España sin previa autorización. La labor de gobierno de Canalejas quedó truncada (proyecto de ley de Mancomunidades Provinciales) cuando fue asesinado en 1912 por un anarquista. 

II.  EL NACIMIENTO DE LOS NACIONALISMOS

                      Inicialmente fueron la expresión política de las pequeñas y medianas burguesías de las regiones con mayor independencia económica. Sin embargo, hubo que esperar a los años posteriores al desastre colonial para que estos movimientos se convirtieran en partidos políticos.

           En Cataluña fue surgiendo un movimiento cultural -La Renaixença- (historia, literatura, artes, utilizando como instrumento la lengua propia).  Ya en la Restauración, surgió el catalanismo político: en 1887, los conservadores fundaron la Lliga de Catalunya y en 1891 nacía Unió Catalanista.  Fue esta organización quien convocó la asamblea de la que salieron las Bases de Manresa, redactadas por Prat de la Riba, y consideradas como el fundamento del programa autonomista catalán. El catalanismo era una fuerza política de centro que se basaba en la aceptación de la democracia, el federalismo y un catolicismo no integrista.  El mensaje del catalanismo fue siempre de regeneración de toda la política del Estado y significó una voluntad de modernizar España.


   El nacionalismo del País Vasco surgió en un clima de defensa de los fueros, abolidos en 1.876, lo cual fue considerado como un ataque contra los vascos y no como una medida contra los carlistas. Se mostraba como contrario a la modernización industrial y urbana, basado en una imagen idealizada del pasado rural vasco libre.

          En 1.895 se fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) con una solemne declaración antiespañola. En el ideario de Sabino Arana, los vascos (racialmente superiores a los españoles) reclamaban la independencia como medio para recuperar la libertad originaria e histórica del pueblo vasco, expresada en el lema ‘Jaongoikoa eta laguizarra’ (Dios y Ley Vieja), frente a los corruptos ateos liberales españoles. En el nacionalismo vasco tuvo un papel esencial el elemento religioso y racista, y en lo político se declaró contrario a la Monarquía.

          En Galicia, tras el resurgir literario de los años sesenta protagonizado por Rosalía de Castro hubo, a partir de los años ochenta, dos versiones de regionalismo, la liberal de Murguía y la católica y más tradicional de Alfredo Brañas.






III.  LA CRISIS DE 1.917.

La crisis social. En la segunda década del siglo los sindicatos se convirtieron en verdaderas organizaciones de masas.  La UGT triplicó sus afiliados y hacia 1913 llegaría a disponer de 150.000 miembros.  El anarquismo, agrupado en la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), vio aumentar su afiliación de forma sustancial a partir de 1914. 

El ejemplo de la revolución soviética y el fuerte aumento de los precios, como consecuencia de la I Guerra Mundial, contribuyó a alentar la protesta.  En marzo de 1917, en un manifiesto conjunto (Pablo Iglesias y Largo Caballero por parte de UGT y Ángel Pestaña y Salvador Seguí por la CNT), emplazaron al gobierno para que remediase el problema de las subsistencias bajo la amenaza de la convocatoria de una huelga general. La huelga general, iniciada por los ferroviarios de la UGT acabó estallando en agosto de 1917.  Los incidentes que provocó la huelga fueron muy graves, sobre todo en Asturias, y llegaron a ocasionar más de 200 muertos en toda España y más de 2000 detenidos. Para contener la protesta sindical fue necesario recurrir a la presencia del ejército. Los miembros del comité de huelga fueron condenados a muerte, si bien pocos meses después fueron amnistiados.  
La crisis militar. Para el sistema político de la Restauración resultó más crucial, a pesar de la gravedad de la protesta sindical, la protesta del ejército En 1.916 los oficiales del ejército peninsular se habían organizado en Juntas Militares de Defensa, que protestaban contra los ascensos por méritos de guerra y por la situación económica del ejército. Cuando en 1.917 el gobierno exigió la disolución de las Juntas, los militares se negaron... el pulso estaba echado y una de las bases del sistema de la Restauración se quebraba.

La crisis política. Al descontento militar se unió también ahora el descontento de la clase política tradicional ante la negativa del gobierno de   Eduardo Dato a reunir a las Cortes. Cambó organizó en Barcelona (Julio) una Asamblea de Parlamentarios para con ella presionar al poder a llevar a cabo una regeneración política.  La Asamblea pidió la formación de un gobierno provisional y la convocatoria de Cortes Constituyentes.  Sin embargo, Cambó no logró el apoyo de todos los grupos políticos y la Asamblea tuvo una participación reducida: en torno a 60 diputados de orientación marcadamente izquierdista.  Unos días después sería disuelta por el gobierno sin encontrar ninguna resistencia.

Entre los años 1917 y 1923 se produjeron veintitrés crisis de gobierno totales y treinta parciales, por lo que no puede extrañar que la opinión pública pensara que el Estado estaba en manos de unos incapaces que lo llevaban a la deriva.

IV.  EL PROBLEMA DE MARRUECOS

El problema de Marruecos. Desde el siglo XVI España mantenía las plazas fuertes de Ceuta y Melilla y deseaba incorporar los territorios del interior que nos fueron adjudicados en la Conferencia de Algeciras (1906). Su complicada orografía hacia muy difícil la penetración, y a ello se añadía la extrema belicosidad de las cabilas rifeñas.  La guerra de Marruecos fue siempre muy impopular ya que los reclutas procedían sólo de las clases humildes.

Con posterioridad se produjeron los incidentes “Barranco del Lobo” (1909), tras el ataque a obreros españoles del ferrocarril. La movilización decretada en Barcelona por el primer ministro Maura como consecuencia acabó degenerando en la “Semana Trágica”, la cual manifestaba el profundamente injusto sistema de quintas con redención en metálico. Años después se produjo el desastre de Annual la matanza de Monte Arruit  (1.921) cuando los rifeños dirigidos por Abd-el-Krim atacaron por sorpresa ese puesto. El episodio concluyó en una desbandada enloquecida hacia Melilla.  El ejército del general Silvestre no sólo perdió a su jefe sino también a más de 10.000 hombres.

Lo más grave del desastre de Annual fueron sus consecuencias políticas, esto es, el descrédito completo del sistema político de la Restauración. El hecho de que el rey fuera partidario de la expansión marroquí le acarreó todo tipo de críticas, siendo acusado de supuesta responsabilidad en los hechos.  Además, se puso en evidencia la incompetencia de muchos mandos militares y la improvisación y mala preparación en los ejércitos, cuya presencia en Marruecos parecía deberse al ansia de alcanzar méritos y condecoraciones y no a la necesidad consolidar y dominar un territorio, pese a que se mostraron bastante poco eficaces frente a un enemigo muy inferior en teoría

La solución al problema marroquí llegaría con Primo de Rivera. En 1925 tuvo lugar el desembarco de Alhucemas, una operación en la que se impuso una abrumadora superioridad de medios  por parte de una coalición franco-española, pues Abd-el-Krim había atacado también intereses franceses.  La guerra fue muy cruel por ambos bandos pero la superioridad técnica se impuso.

Otra consecuencia del problema marroquí, aparte de la crítica social, fue la aparición de una “casta” militar formada por los llamados oficiales “africanistas” ascendidos por las pequeñas acciones de combate allí registradas. Estos se sintieron atacados por la sociedad y reaccionaron sintiéndose una elite superior, única capaz de “salvar España” de los males creados por los presuntamente corruptos e incompetentes “políticos profesionales”. La triste tradición de asalto al poder por los militares parecía volver a ser una amenaza.

V. LA QUIEBRA DE LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA.

 El desastre de Marruecos tuvo como consecuencia inmediata la formación de un gobierno de concentración del que formaron parte todos los grupos políticos de la Restauración, presidido por el conservador Maura y, a finales de 1922, se formó un nuevo gobierno de concentración presidido por el liberal García Prieto, que pretendía lograr una amplia democratización de la Monarquía aunque fue incapaz de ello. Por lo demás, las zancadillas, las rivalidades personales en el seno de estos gabinetes impedían cualquier acción eficaz de gobierno. 

En el año 1923 todo el sistema político que caracterizó la Restauración estaba en plena descomposición, hasta el punto de que hasta era cada vez más difícil controlar desde el poder el resultado de las elecciones.  Entre 1917 y 1923 se produjeron veintitrés crisis de gobierno totales y treinta parciales, por lo que no puede extrañar que la opinión pública pensara que el Estado estaba en manos de unos incapaces que lo llevaban sin rumbo.

Estos eran los principales síntomas de la crisis:

-La creciente tensión social. Como consecuencia de la  recesión económica una vez acabada la I Guerra Mundial al cerrarse los mercados internacionales y encontrarse la economía española con un exceso de producción y un encarecimiento general de los precios. Las huelgas, violencias y disturbios callejeros subieron de tono y el orden público, tanto en el campo como en la ciudad, se convirtió en un problema de primera magnitud. El pistolerismo, que asoló Barcelona en estos años, consistió en el mero asesinato de los líderes sindicales “molestos” para algunos patronos, y era contestado al mismo nivel por algunos elementos de aquellos. Igualmente, el ‘lock-out’ (cierre patronal) fue un medio frecuente para resolver conflictos laborales. Ambos fenómenos crearon un clima de miedo y fuerte tensión.

-El malestar del estamento militar. La inquietud del ejército: salarios, desprestigio  social, tensiones internas entre armas y “africanistas” contra “no africanistas”…Pero especialmente grave, fue la reacción provocada por el expediente Picasso, abierto tras el desastre de Annual en 1.921. Elaborada por el general del mismo nombre, ponía al descubierto un cúmulo de errores de planificación, casos de ineptitud en el mando, cobardía de muchos oficiales y flagrantes casos de corruptelas en el aprovisionamiento de las tropas. Al final, dejaba abierta la posibilidad de que las responsabilidades ascendieran hasta el propio rey. Este informe fue convenientemente silenciado y la reacción entre los militares fue acusar de todo al estamento político.

-Se fortalecen los partidos no dinásticos. Republicanos y socialistas incrementaban su prestigio y el catalanismo político exigía más autonomía y cuestionaba la estructura del Estado.

-La crítica de los intelectuales y regeneracionistas a la corrupción generalizada, la  inmoralidad de muchos políticos y la  ineficacia del sistema.

-La desmoralización de la sociedad en general ante fenómenos como la guerra de Marruecos (persistía en parte el problema de las quintas), el terrorismo de origen anarquista, etc.

Con anterioridad a que Miguel Primo de Rivera se sublevara en Barcelona, un grupo de generales (Federico Berenguer, José Cavalcanti) conspiraban abiertamente en Madrid. 

VI. LA DICTADURA DE MIGUEL PRIMO DE RIVERA

El Directorio Militar

                     Tras el pronunciamiento del  13 de Septiembre, inmediatamente aceptado por el rey, Miguel Primo de Rivera fue nombrado presidente del gobierno y constituyó un ejecutivo formado exclusivamente por generales: el Directorio Militar. Además, se procedió a la disolución del Congreso de los Diputados y se prohibió la libre actividad de los partidos políticos.  Con la excusa de terminar con el viejo sistema corrupto y con el caciquismo, se suprimieron las diputaciones provinciales y los ayuntamientos. Durante la Dictadura, no se volvieron a celebrar elecciones municipales o nacionales. Los concejales fueron sustituidos por «vocales asociados», que eran designados mediante sorteo entre los mayores contribuyentes del municipio.  Los alcaldes eran nombrados por el gobierno  y al frente de las provincias fueron colocados militares. También se creó la Asamblea Nacional, una pura parodia de parlamento.

                     Primo de Rivera constituyó una nueva fuerza política en el año 1924: la Unión Patriótica, a la cual se adhirieron  todo tipo de personas adictas al régimen o deseosas de medrar y sacar partido de la política, además de buena parte de las oligarquías del antiguo caciquismo. Se trataba de un partido que en realidad no era más que una maniobra gubernamental para dar una apariencia de normalidad, totalmente inconsistente y vacío de contenido. Primo de Rivera no legitimó su régimen mediante unas elecciones sino que prefirió seguir en el poder manteniendo el estado de excepción, aprovechando el apoyo de la opinión pública tras el éxito cosechado en Marruecos con el desembarco de Alhucemas  (1925), que solucionó definitivamente la guerra de Marruecos.

El Directorio Civil

                   En 1925, Primo de Rivera reestableció el Consejo de Ministros, ahora formado por una mayoría de civiles, iniciándose así la etapa del denominado Directorio civil. Los políticos más significados de esta nueva etapa fueron el Ministro de Hacienda  José Calvo Sotelo, que desarrolló una política monetaria muy discutible, y el Ministro de Trabajo Eduardo Aunós, antiguo miembro de la Lliga Regionalista de Catalunya.  Los militares continuaron ocupando los ministerios de Gobernación, Guerra y Marina.

Aspectos sociales y económicos

                     Los años de la Dictadura de Primo de Rivera coincidieron con una época de crecimiento económico nacional e internacional.  El gobierno favoreció a los empresarios españoles con una política proteccionista, aumentando los aranceles que gravaban las importaciones, y aplicó una política intervensionista subvencionando a las empresas privadas no rentables: ferroviarias, navieras y mineras.

                                             En este periodo aparecieron algunos grandes monopolios: el 1924 se cedió el monopolio de la telefonía a la I.T.T., que constituyó la C.T.N.E; en 1927 se concedió el monopolio de la importación, refinado, distribución y venta de petróleos a la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMPSA), con capital mixto de la banca española y del Estado, apartando de este sector estratégico a las empresas extranjeras (Shell y Standard Oil).

                     Igualmente, se fomentó la construcción de obras públicas: se amplió notablemente la red ferroviaria y se inició la electrificación de algunos tramos; se mejoraron los puertos; se construyeron carreteras y caminos y se levantaron, en colaboración con los ayuntamientos, 5 000 nuevas escuelas.  Esta política de obras públicas impulsó la industria del cemento y la siderurgia.  En el ámbito rural se crearon las Confederaciones Hidrográficas, se desarrollaron ambiciosos planes de regadíos, de reforestación, de electrificación, etc. Todas estas inversiones se realizaron, ante la escasez de fondos públicos, a cuenta, creando un fuerte endeudamiento que posteriormente pesaría sobre los gobiernos de la II República

                     Desde el punto de vista social la Dictadura combinó represión del movimiento obrero con un cierto paternalismo.  Se ilegalizaron los sindicatos libres y se prohibió la CNT, pero la UGT fue tolerada e incluso algunos de sus dirigentes desempeñaron algunos cargos. Para compensar esto, se creó la Organización Corporativa Nacional, parodia de sindicato y se promulgó el Código Laboral de 1926, la  ley del descanso dominical,  otorgó subsidios para familias numerosas, mejoró prestaciones de la Seguridad Social, etc. Con la finalidad de controlar los conflictos laborales y evitar las huelgas, el Estado intervino en las relaciones laborales: se constituyeron los comités paritarios (locales, provinciales y nacionales) por oficios para reglamentar los salarios y las condiciones de trabajo.

                     Terminada la Primera Guerra Mundial, las democracias liberales entraron en un período de profunda crisis.  Algunos las señalaron como las culpables de la terrible contienda o, cuando menos, de no haberla sabido evitar.  Se señalaba la ineficacia del parlamentarismo, siempre enfrascado en discusiones inútiles, y la inoperancia de los partidos políticos, a los que se achacaba preocuparse más por sus intereses particulares que por los de la nación.  Por contra, se entendía que para que el Estado fuera eficaz, era necesaria la existencia de gobiernos fuertes, sustentados en un solo partido.

                     El Estado liberal democrático se vio pues atacado desde dos frentes contrapuestos.  El uno, el socialismo, muy fortalecido desde el triunfo de la revolución soviética, que defendía la existencia de un Estado fuerte regido por la “dictadura del proletariado”.  El otro, los fascismos, defensores del Estado dictatorial representaban la respuesta de las clases medias ante el empuje del proletariado y las medidas económicas del capitalismo, que siempre les perjudicaban.  Los fascismos cayeron, además, en un exacerbado nacionalismo. Aunque sólo triunfó en Italia y Alemania, el fascismo se extendió por casi toda Europa, inspirando a dictaduras como las de Primo de Rivera en España, Salazar en Portugal, Dollfuss en Austria, Codreanu en Rumania, etc.

VII. EL FINAL DE LA DICTADURA Y DE LA  MONARQUÍA

Desde 1927, creció la oposición al régimen, que hizo revivir las movilizaciones. Los políticos de los partidos tradicionales se retraían y alejaban de la monarquía, a medida que el rey se negaba a convocar elecciones y restablecer la Constitución.

Paralelamente, el hasta entonces adormecido republicanismo crecía espectacularmente a la vez que aumentaba el desprestigio del rey y la oposición a la monarquía. En 1927 se fundó Alianza Republicana, que pronto alcanzó los 100.000 afiliados.

También empezó a organizarse una fuerte oposición en el seno del nacionalismo, especialmente en Cataluña, debido a las medidas anticatalanistas del régimen (liquidación de la Mancomunidad de Cataluña, prohibición del uso de la lengua y bandera catalanas).

Muchos intelectuales de gran talla, como Unamuno, Gregorio Marañón, Jiménez de Asúa  u Ortega y Gasset constituyeron también una combativa oposición, llegando a fundar, ya en 1930, algunos de ellos (Marañón, Ortega y Pérez de Ayala) la “Agrupación al Servicio de la República”.

Asimismo los estudiantes universitarios protagonizaron diversos actos de oposición y alborotos, especialmente desde 1929 y desde la organización  “Fundación Universitaria Española” (FUE), llegándose a cerrar la Universidad de Madrid y a detener a diversos estudiantes.

Los movimientos obreros fueron pasando, del desconcierto y luego conformismo de comienzos de la Dictadura a una fuerte movilización en contra de régimen, especialmente a partir de 1929, cuando se empezaron a notar las secuelas de la crisis económica mundial. La CNT, anarquista, duramente reprimida,  era ya muy numerosa y proponía la acción revolucionaria. En 1927, aparecerá la Federación Anarquista Ibérica (FAI), de tendencia aún más radical e impulsiva. Los socialistas, que en un principio colaboraron con el régimen, también crecerán en afiliación y se decantarán con claridad por una república democrática.

Por último, sectores del ejército mostraron su descontento, principalmente por medidas concretas de la Dictadura que afectaban a su carrera profesional: parcialidades en los ascensos, conflictos en el arma de Artillería... esto hizo que se produjesen conatos de conspiración y que muchos jóvenes oficiales se decantasen por el republicanismo, incluso por la vía insurreccional.

Tras la caída de Primo de Rivera, Alfonso XIII mandó formar gobierno al general Berenguer, antiguo Alto Comisionado de Marruecos. De gran prestigio como militar, pero poco hábil en la política y carente de apoyos importantes, no pudo, como en principio intentó, conseguir la vuelta al orden constitucional anterior a la Dictadura, y por otro lado le faltaba energía para haber continuado con un régimen totalitario. Muy pocos monárquicos quisieron colaborar con él, e incluso algunos, como Miguel Maura y Alcalá-Zamora se declararon republicanos. La lentitud y los errores que acumuló en su proyecto, y el crecimiento de la contestación en la calle, hicieron que la prensa bautizara su régimen como la “Dictablanda”.

Mientras tanto, los grupos republicanos crecían y se organizaban con rapidez; el clima general se iba decantando como republicano, opción que además contó con el apoyo del nacionalismo catalán y gallego, que veía en la República la posibilidad de conseguir por primera vez estatutos de autonomía, y del PSOE y la UGT, que se declararon a favor, e incluso de la CNT. Así las cosas, en agosto de 1930 se reunieron en el llamado Pacto de San Sebastián  todos aquellos grupos que conspiraban en pro de la implantación de la república: partidos republicanos de izquierda, centro y derecha, PSOE y grupos nacionalistas gallegos y, sobre todo, catalanes, cuya influencia fue muy importante. Organizaron un “Comité Revolucionario", liderado por Alcalá-Zamora, que debía contactar con militares adeptos para un levantamiento, y con los líderes obreros para obtener  el imprescindible apoyo de los trabajadores. Se fijó el pronunciamiento para el día 15 de diciembre dirigido por Queipo de Llano y Ramón Franco, pero el día 12 se adelantaron los capitanes Fermín Galán y García Hernández desde la guarnición de Jaca (Huesca). Carentes de apoyo y mal organizados, fueron fácilmente reducidos, juzgados y ejecutados, mientras muchos miembros del Comité Revolucionario eran detenidos y encarcelados. Esto no impidió que se llevara a cabo el golpe previsto el día 15 en el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid), aunque también fracasó y sus protagonistas huyeron.


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