BLOQUE 10



BLOQUE 10. La Segunda República. La Guerra Civil en un contexto de Crisis Internacional (1931-1939)



APUNTES DEL BLOQUE (actualizados a 4/2/2019)

LA SEGUNDA REPÚBLICA
I. El sistema de partidos y la Constitución de 1931.
II. Las reformas del bienio republicano-socialista
III. El Bienio de centro-derecha.
IV. Las elecciones de 1936 y el triunfo del frente Popular
LA GUERRA CIVIL  (1936-1939)
V. La sublevación militar.
VI. Etapas y desarrollo de la guerra.
VI.  La internacionalización del conflicto.
VIII. La evolución política de las dos zonas.


La Dictadura de Primo de Rivera no sólo no solucionó significativamente los profundos problemas que aquejaban a España, sino que contribuyó a avivarlos. Pese a modestos avances, la “modernización” del país continuaba muy retrasada. España era un país con estructuras agrarias muy desiguales y arcaicas, contaba con capital escaso y de capacidad muy limitada, y con una industria  y agricultura débiles, que subsistían gracias a un fuerte proteccionismo.  Por otra parte, la estructura social estaba subdesarrollada, con una gran clase dominante muy cerrada de grandes familias y notables locales, que vinculaban intereses industriales y agrarios, y una amplia mayoría campesina u obrera muy pobre, mientras que las clases medias eran aún escasas.     

La II República es quizá la etapa más crucial de la historia contemporánea de España. En sus apenas cinco años de vida, emergieron con claridad todos los conflictos, todas las frustraciones históricas y todos los graves problemas que dividían a España. Una parte del país, la que siempre estuvo sometida, vio como por primera vez se intentaban corregir las atrasadas e injustas estructuras que mantenían a España en el subdesarrollo. Fue una apuesta fuerte pero arriesgada, hecha por unos gobernantes que posiblemente adolecieron de falta de experiencia y precipitación, y que contó con uno de los climas menos favorables: difícil situación política internacional, crisis económica, falta de medios presupuestarios y, sobre todo, una sociedad poco dispuesta a allanarle el camino: impaciencia y radicalización por un lado,  y por otro, intransigencia y una fuerte oposición a cualquier medida que pudiese erosionar los viejos privilegios consolidados.

I. El sistema de partidos y la Constitución de 1931.

En enero de 1931, el gobierno anunció la convocatoria de elecciones, en un intento de controlar la situación, y se promovió la creación de un partido monárquico, pero muy pocos querían ya colaborar con Alfonso XIII. Muchos reclamaban que fuesen a cortes constituyentes, y que primero, a modo de ensayo, se convocaran municipales. La oposición en bloque pidió la abstención. El previsible fracaso decidió a Berenguer a dimitir, e inmediatamente el rey nombró al almirante Aznar, quien se limitó a realizar una convocatoria de elecciones municipales para el 12 de abril.

Celebradas éstas, los resultados fueron concluyentes; aunque la mayoría de los concejales electos  fueron monárquicos, los republicanos vencieron en casi todas las capitales de provincia y ciudades importantes, donde el voto no estaba controlado por el viejo caciquismo y donde además el sistema electoral exigía más votos para obtener cada escaño, lo que suponía un número mayor de votos emitidos.

“España se ha acostado monárquica y se ha levantado republicana” admitía Aznar a los periodistas. Alfonso XIII, bien aconsejado, lo interpretó así y se aprestó a abandonar el país, declarando que no estaba dispuesto que se vertiera sangre por permanecer en el trono. 

El gobierno provisional. En la mañana del 14 de abril, se fue proclamando la República en diversas ciudades españolas en medio del entusiasmo general. A la tarde, en Barcelona, Fransesc Maciá, líder del partido Estat Catalá, proclamaba la “República Catalana” dentro de una “Confederación de pueblos ibéricos”. También en Madrid se proclamó en la Puerta del Sol y se formó un Gobierno Provisional, que recondujo la situación catalana.

El nuevo gobierno representaba a todas las fuerzas progresistas del país:

-                          Miembros de derecha republicana, como Alcalá –Zamora (Presidente) y Miguel Maura (min. de Gobernación). Su partido (Derecha Liberal Republicana) era fundamentalmente católico. Su electorado era reducido.
-                          Miembros del centro-izquierda o izquierda republicana, de dos partidos: Acción Republicana, de Manuel Azaña (m. de Guerra), y Partido Republicano Radical Socialista, con Álvaro de Albornoz (Fomento) y Marcelino Domingo (Instrucción Pública). Eran partidos profundamente reformistas y sus bases eran las clases medias urbanas e intelectuales.
-                          Miembros del centro republicano. Del Partido Radical de Alejandro Lerroux (será min. de Estado) y Martínez Barrio (de Comunicaciones). Este era un partido muy poco definido, acomodaticio y bastante demagogo.
-                          Miembros de partidos regionalistas, como Acció Catalana de Nicolau d’Ólwer (Economía) u Organización Republicana. Gallega Autónoma, partido este próximo a Azaña y representado por Casares Quiroga (Marina).
-                          Miembros del PSOE, con Indalecio Prieto (Hacienda), Fernando de los Ríos (Justicia) y Largo Caballero (Trabajo)

Era éste un gobierno decidido a  consolidar con rapidez la República y a darle un contenido social, introduciendo reformas muy decididas y de gran alcance, dentro de lo que se ha dado en denominar “socialismo humanista”. Se trataba pues de mantener un sistema democrático parlamentario pero de un contenido más profundo, moderno y social, lo que despertó una gran expectación...   o recelo.

Además del inicio de una amplia y decidida política reformista, se creó una nueva Ley Electoral, con sufragio para todos los varones de más de 23 años y se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes para el 28 de junio. Los resultados supusieron un claro triunfo para la izquierda: PSOE, 114 escaños; Radicales (Lerroux), 89; Radicales-socialistas (Domingo), 55; Acción Republicana (Azaña), 30; Izquierda Catalana (Ezquerra), 36;  los republicanos de derechas unos 20 escaños y la derecha no republicana el resto, destacando los “agrarios” (24) y regionalistas católicos y  de derechas.

Ya desde los primeros días, el ambiente social adquirió una tensión preocupante: huelgas, conflictos entre patronos y obreros... En la CNT, ajena al sistema “burgués” de la República, llegó a los 530.000 afiliados. Pero el conflicto que peores consecuencias tendría fue el del anticlericalismo callejero radicalizado, cuando en mayo se produjeron una serie de asaltos y quemas de conventos que, aunque no causaron  víctimas, el gobierno fue incapaz de atajar suficientemente, lo que le ocasionó el lógico repudio de la población católica del país, y un arma para la oposición de la derecha, que asociaba, con evidente ligereza, la defensa de la religión con la del orden social. También hubo conflicto con la jerarquía eclesiástica más reaccionaria, opuesta a cualquier intento de reducir los privilegios de la Iglesia, cuando el Cardenal Segura, Primado de España, firmó varias cartas pastorales muy duras contra el gobierno.

El 9-XII-1931, tras intenso debate, se aprobó una Constitución, inspirada en la alemana de Weimar,  la austriaca, la checoslovaca y la mejicana,  de entre 1917 y 1921. Puntos principales:

a)                Definición del Estado como “república democrática de trabajadores de toda clase” subrayando el carácter popular de la soberanía.
b)               Extensa declaración de derechos y deberes, individuales, políticos, económicos, familiares y culturales.
c)                Sufragio universal para mayores de 23 años, por primera vez también femenino, tras intenso debate al temer parte de la izquierda que esto favorecería a la derecha.
d)               Establecimiento del matrimonio civil, divorcio e igualdad de derechos entre hijos legítimos e ilegítimos.
e)                Se declara a la educación derecho universal y al trabajo obligación social protegida por la ley.
f)                Se subordina el derecho a la propiedad privada al interés público, previéndose la posibilidad de expropiación con indemnización.
g)               Se declara a la Cortes como representación principal del pueblo. Se eligen cada cuatro años, constan de una sola cámara y ejercen de forma exclusiva el poder legislativo. De hecho predominaron sobre las demás instituciones, subrayando su carácter democrático y creando intensísimos debates parlamentarios, pero limitado también la capacidad de actuación de Presidente y Gobierno.
h)               El Presidente de la República es elegido cada cuatro años por la cámara. Su poder era restringido y controlado por las Cortes.
i)                 Poder judicial independiente, con un Tribunal de Garantías Constitucionales, como máximo organismo.
j)                 Se reconoce la autonomía de las regiones, dentro de la estricta unidad nacional y con prohibición de federarse. Supuso duro debate, pues la derecha veía aquí peligro contra “la unidad de España”, y de hecho se redujeron las competencias concedidas.
k)               La cuestión religiosa fue la más polémica. Se expulsaba a la Compañía de Jesús; desaparecía el presupuesto destinado a la Iglesia; se prohibía a las congregaciones religiosas el ejercicio de la enseñanza, la industria y el comercio y se las sometía a una ley especial; y  se declaraba la libertad de conciencia y cultos. Provocó una agria y cerrada oposición de la derecha y una crisis política, al dimitir, tanto el Presidente de la República, Alcalá-Zamora, como el ministro Miguel Maura, ambos católicos.

  Se trataba en conjunto de una Constitución claramente progresista y moderna, que permitía la participación política de todos y daba un gran peso a la representación real de la voluntad popular: las Cortes. Fue muy atacada y criticada por las fuerzas católicas y de derechas, que la acusaron de sectaria (que representa sólo a un sector de la sociedad). Sea como fuere, no hay que olvidar que fue aprobada por una Cortes Constituyentes y que el proceso electoral del que salieron fue el más limpio hasta la fecha en la historia de España.


II.   Las reformas del bienio republicano-socialista.

                Con una duración entre junio de 1931 y noviembre de 1933, fue también conocido como “República de izquierdas” o “Bienio social-azañista”.  Tras aprobarse la Constitución, es nombrado presidente Niceto Alcalá-Zamora y jefe de Gobierno Manuel Azaña, en alianza con los socialistas, de los que dependía totalmente en las Cortes para gobernar. Intentó profundizar en las reformas ya iniciadas durante el Gobierno Provisional.

Legislación agraria, obra de Largo Caballero: obligaba a los patronos a contratar a jornaleros del propio término municipal, a fin de combatir las represalias de aquellos contra el activismo de éstos; prohibición temporal de expulsión de los arrendatarios por impago de la renta; establecimiento de “jurados mixtos” para solucionar conflictos; jornada de ocho horas; salario mínimo y decreto  que obligaba a explotar las tierras aptas que no lo estuvieran, a fin de combatir el paro y aumentar la producción agraria. Muy mal acogidas por los propietarios, que se sintieron “atacados en sus derechos”.

Pero la cuestión estrella dentro de este ámbito fue la “Ley de Bases de la Reforma Agraria”, que pretendía redistribuir la propiedad de la tierra en aquellos casos en que la desigualdad en el acceso a la tierra fuera más escandalosa. Pretendía expropiar (generalmente con indemnización) los latifundios mal explotados basándose en la función social de la propiedad, y repartirlos, divididos en lotes, entre los campesinos sin tierras, para crear una clase de pequeños propietarios y aumentar la productividad y el nivel de vida en el campo, acabando con la miseria y el subdesarrollo de amplias comarcas. Sin embargo el proceso fue muy lento, complejo, estuvo escasamente dotado de fondos y contó con la furiosa oposición de los terratenientes. El resultado fue que el recién creado Instituto para la Reforma Agraria (IRA) apenas avanzó en su labor y en muchos casos fue sobrepasado por las ocupaciones espontáneas de fincas, que en ocasiones el gobierno se vio obligado a legalizar

Reforma militar, de Azaña: exigencia a los militares de prometer fidelidad a la República, ofreciendo el retiro, con suelo íntegro, a quienes no quisiesen; reducción del número de divisiones; unificación de escalafones; supresión de ascensos por méritos habidos durante la Dictadura y supresión de la Academia General Militar de Zaragoza, (dirigida por Franco). Los objetivos eran modernizar un ejército obsoleto y muy mal organizado (con la tercera parte de tropas que Francia, tenía...¡el doble de oficiales y generales!) y evitar divisiones internas. Fueron muy mal acogidas y vistas como una represalia por el papel de los militares durante la Dictadura.

Legislación educativa: creación de 7.000 plazas de maestro y elevación de su salario; construcción de 6.570 escuelas (más que en los treinta años anteriores); mejora de las enseñanza medias; voluntariedad de la enseñanza de la religión y creación de las “Misiones Pedagógicas” para enseñanza de adultos.  Esta misión se planteaba como urgente (32% de analfabetismo).  La educación como “única, pública, gratuita, obligatoria y mixta”, un derecho para los menores y una obligación para el Estado.

Gobernación  se crea un cuerpo policial antidisturbios, la “Guardia de Asalto”.

Estatutos de Autonomía: en Cataluña (Estatuto de Cardona) se aprobaría (2 de agosto) con el 90% de los votos En el País Vasco (Estatuto de Estella) no salió adelante pues el gobierno lo frenó al considerarlo excesivamente religioso y conservador.

Legislación religiosa: Algunas de las medidas más polémicas se centraron en la regulación de aspectos relacionados con la Iglesia Católica. Destacan la disolución de la Compañía de Jesús, la eliminación de los subsidios oficiales a la Iglesia, la secularización de los cementerios y la prohibición de la actividad docente, comercial e industrial. Otras leyes de carácter civil, como el divorcio y el matrimonio civil, fueron interpretados por la Iglesia como “atentados” contra ella, con lo fue una institución bastante activa en la desestabilización del régimen republicano.

Estas reformas se realizaron desde el principio en un clima de permanente tensión, propiciada desde la izquierda obrera a través de huelgas y levantamientos obreros y campesinos y desde la derecha mediante el boicot, resistencia ante las reformas y provocación. El gran problema de la conflictividad social estuvo provocada por la tensión acumulada por los acontecimientos políticos, las esperanzas puestas por campesinos y obreros en el nuevo régimen (se identificaba República con transformación social), que consideraron frustradas, y la posición intransigente de propietarios e industriales a las reformas. A la impaciencia de los trabajadores, sometidos a jornales muy bajos y al paro creciente por la crisis económica, se sumó la fuerte movilización de sindicatos anarquistas y del PCE, muy influyentes en el campo andaluz y extremeño y en obreros y mineros catalanes y asturianos. La patronal presionó al gobierno y éste no estaba dispuesto a perder el control del orden público, con lo que se empleó a fondo para reprimir las huelgas y disturbios, empleando para ello a la Guardia de Asalto y  Guardia Civil. Mientras, los terratenientes incumplían las medidas aprobadas por la Cortes y controlaban en parte a las fuerzas del orden. En Castilblanco (Badajoz), el Alto Llobregat (Barcelona) y Arnedo (La Rioja) se dieron hechos graves entre anarquistas y fuerzas del orden, con un saldo de 12 muertos y decenas de heridos (se destituyó al Gnal. Sanjurjo por los excesos en la represión). Pero el suceso más grave se produjo en Casas Viejas (Cádiz), donde la represión de la Guardia Civil ante unos jornaleros violentos se saldó con el incendio de la casa donde se habían hecho fuertes (6 muertos) y el simple fusilamiento de otros 12 vecinos del pueblo. Esta masacre perjudicó seriamente la imagen de Azaña, que no fue capaz de dar una respuesta satisfactoria a nadie y fue blanco de una campaña feroz desde la izquierda y la derecha.

                El clima se enturbió más cuando se discutieron en las Cortes la Reforma Agraria y el Estatuto  de Cataluña, muy contestados por la derecha. Para algunos militares, el tema de Cataluña fue visto como una amenaza contra la unidad del España y, el 10 de agosto de 1932, se produjo, en Sevilla, un intento de golpe de estado (en pro de una república autoritaria) capitaneado por el General Sanjurjo (la “Sanjurjada”), que fracasó, siendo éste condenado a muerte, pena luego conmutada por prisión. Toda esta situación creó una seria crisis en el gobierno Azaña, lo que llevó a la convocatoria de nuevas elecciones.

III. El Bienio de centro-derecha.

También llamado Bienio Conservador, Bienio Radical-cedista o, por la historiografía de izquierdas, Bienio Negro.


 Celebradas las elecciones, se arrojó un resultado claramente favorable a la derecha, bastante unida gracias a la CEDA, obteniendo en conjunto unos 200 escaños (la CEDA, 115); el centro 160 (el de Lerroux, 100) y la izquierda unos cien (Izquierda Republicana, 10, Esquerra, 18, PSOE, 59). ¿Causas? La CNT pidió la abstención, lo cual perjudicó a la izquierda, y el voto femenino, realizado por primera vez, parece que también; de todos modos, el desgaste del gobierno anterior debe ser una causa importante.

En diciembre, se produjo una insurrección armada promovida por la CNT en Aragón y Rioja, (89 muertos), lo que enturbió más la convivencia. El 16 de diciembre, Lerroux forma un gobierno, seguido luego por otro de Samper, que necesitaron permanentemente el apoyo de la CEDA para gobernar (no se nombró Jefe de Gobierno  Gil Robles por temor a la izquierda) y que serán inestables y permanentemente presionados por la CEDA. Por eso, su labor se limitó a lo que vino en llamar “rectificación”, es decir frenar o eliminar la legislación reformista del bienio anterior: amnistía para los militares de la “Sanjurjada”, pero no de los anarquistas de los sucesos de diciembre; paralización de la reforma agraria; derogación de la Ley de Términos Municipales (inútil, por otro lado) y el decreto de intensificación de cultivos; se decretó la libertad de contratación y fijación de salarios en el campo, aprovechadas por  patronos para no contratar a los jornaleros más activistas y pagar salarios de hambre y recuperar el control de muchos pueblos; se detuvo la reforma militar y se puso en destinos clave a militares como Goded, Mola o Franco; se paralizaron las construcciones escolares, la secularización de la enseñanza y la enseñanza mixta; se devolvieron a la nobleza propiedades confiscadas por apoyar a Sanjurjo... También se paralizó de nuevo el Estatuto vasco y enfrentándose duramente a la Generalitat por causa de unos decretos sobre acceso a la propiedad en Cataluña de los arrendatarios de tierras.

                Las fuerzas de ambos lados de radicalizan poco a poco: en el PSOE, Largo Caballero, apoyado ahora por Prieto, se aliaron contra el más moderado Besteiro y anunciaron una revolución en el caso de que la CEDA llegase al gobierno (Gil Robles, cuando fue relegado del gobierno, afirmó que quedaba a la espera de acaparar “todo el poder”, lo que se interpretó como una amenaza de golpe de estado). En junio, la UGT organizó en el campo una huelga general, seguida por 300.000 jornaleros, que fracasó tras doce días y 13 muertos, y provocó una fuerte represión, pues había sido declarada ilegal. También el PCE se acercó a los socialistas,  igual que la Ezquerra, entrando ambos en las “Alianzas Obreras” creadas ahora.  La CNT se mantuvo al margen tras el fracaso de diciembre de 1933. Mientras, en la derecha, las milicias fascistas de Falange practicaban la violencia deliberada y provocadora, mientras Renovación Española mantenía  una actitud conspiradora.

En este contexto explosivo se produjo el más grave hecho de los acaecidos durante la República. El 4 de octubre, tras una nueva crisis ministerial y la presión de la CEDA, consiguió ésta por fin la inclusión de tres de sus miembros en el nuevo gabinete. El mismo día, como ya había avisado, el PSOE dio orden de huelga general, presentándola como el medio para volver a restablecer la legitimidad democrática, cuando en realidad era una postura de fuerza frente a una legalidad establecida por la Constitución, gustase o no. El día 5,  el paro era general en las ciudades, aunque no en el campo, y tomó el sentido de auténtica insurrección armada revolucionaria. Sin embargo, fracasó en seguida en Madrid por la rápida reacción del ejército, y en Barcelona, donde además, dirigida por la Ezquerra de Companys, tenía un carácter nacionalista, y se redujo tras el bombardeo de la Generalitat por el General Batet y la presencia del ejército en la calle, deteniéndose al Gobierno Catalán en pleno.

Para el día 12, la revolución había fracasado en todo el país por falta de organización y de apoyos (de la CNT, por ejemplo), salvo en Asturias, donde verdaderamente se vivió como una auténtica revolución proletaria. Allí, miles de obreros y mineros anarquistas y socialistas, perfectamente organizados y entrenados, con grandes cantidades de dinamita y armas obtenidas en los cuarteles que asaltaron, controlaron casi toda la provincia, tomaron Oviedo y destituyeron a las autoridades legales, tras duros combates con el ejército y fuerzas del orden. Organizaron  todo un estado socialista, bajo el lema UHP (“Uníos, Hermanos Proletarios”). El Gobierno, desbordado, dio plenos poderes al general Franco, quien ordenó el desembarco en Gijón de tropas de la Legión, las cuales reconquistaron el terreno y la ciudad de  Oviedo casa por casa (quedando muy destruida), ante la muy fuerte resistencia de los obreros. El día 19 se rindieron, con un balance de 1.051 muertos entre los insurrectos y 284 entre las fuerzas del orden, entre ellos asesinatos deliberados realizados por las fuerzas del orden durante la durísima represión, pero también por los sublevados (algunos religiosos, mostrando de nuevo el anticlericalismo radicalizado). Además hubo 30.000 detenidos, entre ellos Azaña (que no tuvo nada que ver) y los principales dirigentes socialistas. Para muchos, supondrá el comienzo de un enfrentamiento ya irreconciliable entre la izquierda y la derecha, anticipo de la Guerra Civil.

Tras estos sucesos, se sucedieron diversos gobiernos inestables de coalición CEDA-radicales, mientras Gil Robles fue duramente denunciado por la derecha activista como cobarde por no atreverse a pronunciarse a favor de una dictadura “de orden”, antimarxista, apoyada por el ejército, al mismo día siguiente de aplastada la revolución.

Los gobiernos radical-cedistas continuaron con su política de “rectificaciones”, animados además por el deseo de ahorro en los gastos, como la aprobación de la “Ley de reforma de la reforma agraria”, destinada a inutilizar la del bienio de izquierdas: reducción drástica del presupuesto y del número de finas expropiables, establecimiento de indemnizaciones altísimas.., con el resultado de paralizar, en la práctica, cualquier reforma. También se suspendieron las garantías constitucionales, se rebajó el sueldo de los maestros, el presupuesto de todos los ministerios, y  se suspendió el Estatuto catalán...  En materia de orden público, se intensificó la represión y el ministro de la Guerra, Gil Robles, colocó a Franco como Jefe del Estado Mayor y a Fanjul, Goded o Mola en cargos clave, lo que provocó las sospechas de la izquierda y del propio Presidente Alcalá-Zamora.

La crisis definitiva de este bienio se produjo  cuando saltaron a la prensa una serie de escándalos, al aceptar miembros del gobierno de Chapaprieta sobornos de una empresa holandesa (caso del “Straperlo”). El último Jefe de Gobierno, Portela Valladares, convocó nuevas elecciones.

IV.      Las elecciones de 1936 y el triunfo del frente Popular

El centro político prácticamente ya habrá desaparecido en este momento, y se perfilaban dos grandes bloques  electorales: las izquierdas y las derechas, claramente enfrentadas.
 La izquierda propició una gran coalición con el objetivo de recuperar el poder para rescatar el reformismo del primer bienio republicano. Para ello, Azaña previamente había creado el partido Izquierda Republicana, y en enero, se unieron al pacto Unión Republicana de Martínez Barrio, el PSOE, el PCE y el POUM, además de la UGT. La CNT no participó, pero tampoco pidió la abstención, lo que se interpreta como un apoyo indirecto. Tomó el nombre de Frente Popular.

Menos sólida, se creó otra coalición en la derecha, entre la CEDA y el Bloque Nacional (Calvo-Sotelo), pero en la práctica las fuerzas derechistas acudieron desunidas.

Los resultados dieron 263 escaños al Frente Popular, que venció en las ciudades, el sur y la periferia; y 210 a las diversas fuerzas de derecha, triunfantes en el  norte interior del país. El centro quedó en 5 escaños. Azaña formó un gobierno sólo de republicanos de izquierda, y puso en marcha de inmediato el programa del Frente Popular, consistente: amnistía para los presos de octubre del 34; restablecimiento del Estatuto Catalán y el Parlament; alejamiento de los militares “sospechosos” de Madrid (Franco a Canarias, Goded a Baleares, Mola a Pamplona), restablecimiento e intensificación de la Reforma Agraria, asentándose a 110.000 familias campesinas. Sin embargo, el gobierno se vio desbordado por la fuerza de los hechos, pues muchas de las fincas adjudicadas en realidad habían sido ocupadas espontánea e ilegalmente por los campesinos, y lo que se hizo fue darles cobertura legal. La resistencia de los terratenientes creó enfrentamientos entre campesinos y Guardia Civil, que casi siempre apoyaba a los patronos. También muchos presos fueron liberados porque grupos de izquierda acudieron a las cárceles y simplemente los  soltaron.

Uno de los errores más graves del Frente Popular fue sin duda la destitución de Alcalá-Zamora, que había destacado a lo largo de toda la República por su talante conciliador, por una maniobra entre Azaña e Indalecio Prieto, que puso al primero como nuevo Presidente.

En la primavera, la derecha pasó abiertamente a la conspiración, la provocación y el enfrentamiento. Calvo Sotelo comenzó a planear en serio un golpe de estado, contactando con altos militares y otros grupos de derecha, mientras ofrecía en las Cortes datos acerca de los actos violentos que se producían en el país (exagerándolos, incluyendo delitos comunes, y no diciendo que la mayoría de las víctimas eran de izquierda). La Falange, declarada ilegal en marzo, era su principal colaboradora, provocando muchos de los actos violentos para crear un ambiente que justificase el levantamiento militar. Gil Robles actuaba de forma parecida, pero dentro de la derecha quedó oscurecido por Calvo Sotelo.

Mientras, la izquierda obrera, en vez de apoyar la política del gobierno, se dejó arrastrar a la radicalización, hablando muy alto de revolución social y respondiendo a las provocaciones de la derecha.

LA GUERRA CIVIL  (1936-1939)
               
    La Guerra Civil española constituye sin duda el acontecimiento más dramático de nuestra historia reciente. Puso trágico fin al proceso de apertura y modernización que quería poner al país en situación equiparable a la de las democracias occidentales. Supone también el capítulo final del agravamiento de la lucha de clases, cuya agudización había empezado en las crisis de 1917, y que se resolverá violentamente con el estallido de la revolución social en la retaguardia del bando republicano. La victoria del llamado “bando nacional” en 1939 echará por tierra el proceso democrático abierto en 1931, y se resolverá con la implantación de una opresiva y oscura dictadura personal que durará cuatro décadas.

V. La sublevación militar.

Entre febrero y julio de 1936 se incrementó la tensión entre las fuerzas sociales y políticas de derechas e izquierdas. Los conflictos laborales y huelgas se recrudecieron tanto en la industria como en el campo y la violencia de carácter político era un fenómeno creciente: los grupos de extrema derecha, especialmente la Falange, se enfrentaban a militantes de izquierda. En los días anteriores al golpe de estado, el ambiente político se crispó aún más con el asesinato a manos de bandas falangistas del teniente de la Guardia de Asalto José Castillo, destacado líder sindical. La reacción de un grupo  de radicales compañeros suyos fue el asesinato del sin duda líder de la extrema derecha: José Calvo Sotelo, la referencia política de los conspiradores.  Este suceso no provocó el golpe de fuerza contra la República, planeado meses antes por elementos de la derecha y militares, pero sirvió para decidir al hasta entonces dubitativo Franco a sumarse a él.

El proyecto de golpe estaba diseñado por algunos sectores del ejército tras el triunfo del Frente Popular. El general Sanjurjo exiliado en Lisboa, actuaba como cabeza visible del plan,  y su verdadero organizador, el “Director” de la conspiración fue el general Mola, en ese momento destinado en Pamplona, zona de fuerte implantación del ultra tradicionalismo de los requetés, que le aseguraba un amplio apoyo al golpe de estado. En África, el jefe de la conspiración era el teniente coronel Yagüe, que tenía mucha influencia en la Legión. En la metrópolis estaban comprometidos, entre otros, los generales Queipo de Llano, en Sevilla, y Goded, en Mallorca. El golpe contaba con la colaboración de Falange y de otros sectores derechistas civiles.

La sublevación militar empezó en Melilla el 17 de julio de 1936. El día 18, todo Marruecos estaba en poder de los sublevados, tras pasar implacablemente por las armas a todos aquellos militares que se opusieron.  El ejército de África, el más profesional y equipado de las fuerzas armadas españolas, pasó a ser la pieza fundamental del golpe. El general Franco, tras asegurarse del éxito en Canarias, llegó a Tetuán el 19 de julio para ponerse al frente del ejército de África. El mismo día 19, Mola decretó el estado de guerra en Pamplona y, con la ayuda de los requetés, controló Navarra. Simultáneamente, otros los militares se sublevaron en muchas ciudades.

Los golpistas triunfaron en la meseta norte, donde no encontraron mucha oposición; Zaragoza, a pesar de la fuerte implantación anarquista; en Galicia, tras duros enfrentamientos, y en Mallorca. En Sevilla, Queipo de Llano, con refuerzos procedentes de Marruecos, controló con mano de hierro Andalucía occidental. Sin embargo, el golpe fracasó en las ciudades más importantes de España (Barcelona, Bilbao, Valencia) y también en el lugar decisivo: Madrid. El presidente del gobierno Casares Quiroga, cuyas primeras dudas e inactividad concedieron ventaja a los sublevados, fue sustituido por José Giral, que facilitó armas a las organizaciones obreras y con la ayuda de militares leales a la República, rodearon a los rebeldes en sus cuarteles. En Madrid, tras duros combates, se rindió el Cuartel de la Montaña y el jefe de la conspiración, el general Fanjul, fue detenido, mientras en Barcelona las milicias armadas, sobre todo de la CNT, se unieron a los efectivos de Guardias de Asalto y Guardia Civil, leales al gobierno de la Generalidad, para imponerse a los militares sublevados.

Transcurridas dos semanas, se clarificó el mapa de lo que iban a ser “las dos Españas”. Del lado del gobierno legal quedaron las zonas mineras e industriales y todas las ciudades grandes excepto Zaragoza y Sevilla, mientras que en la rebelde o “nacional” la población e industria eran menores pero mayores los recursos agrícolas. En cuanto a las fuerzas existentes, 2/3 de la  aviación permaneció leal al Gobierno, así como otros 2/3 de la armada, pero escasez de mandos profesionales, porque muchos se sublevaron. El 70% de la Guardia de Asalto permaneció con la República y la Guardia Civil se dividió al 50%, lo mismo que el ejército, si bien con más cuadros profesionales en el bando sublevado, que además contaba con las unidades de Marruecos.

VI. Etapas y desarrollo de la guerra.

-La guerra de columnas. Al principio de la guerra el objetivo fundamental de los sublevados fue la toma de Madrid. El ejército opera ahora al modo colonial empleado en la guerra de Marruecos: pequeñas columnas avanzan a pie o mediante camiones, por carretera; cuando encuentran resistencia, atacan al asalto. La operación fue facilitada por el desorden republicano, carente de un verdadero ejército regular, sustituido por milicias populares indisciplinadas e ineficaces ante el enemigo organizado, como la del líder anarquista Buenaventura Durruti.

   No obstante, el bando rebelde ha de vencer varias dificultades: una, la escasez de recursos de Mola en el Norte, que hizo recaer el avance hacia Madrid sobre el Ejército del Sur; otra, el inconveniente de que el grueso de este ejército se encontrara en África y hubiera necesidad de transportarlo a Andalucía. Sólo la ayuda italiana con aviones y el apoyo de la flota alemana hicieron posible la operación del paso del Estrecho. Por Extremadura, los legionarios y “regulares” (tropas indígenas marroquíes) mandados por Yagüe, marcharon velozmente sobre Madrid, tomando Badajoz; pero el desvío desde Talavera a Toledo para liberar el Alcázar, que se convertirá en símbolo y mito de la propaganda franquista, permitirá a los generales republicanos José Miaja y Vicente Rojo reorganizarse y detener a las columnas del general Varela a las puertas de Madrid. El frente se estabiliza en la Ciudad Universitaria, y aparecen los míticos lemas de “¡No pasarán!” o “Madrid será la tumba del fascismo”. Mientras tanto, y para mayor seguridad, el gobierno se trasladó a Valencia.

-La guerra 'total' y la modernización de la estrategia: las grandes operaciones militares. La contienda crece en envergadura por la ayuda exterior a ambos bandos y, de los movimientos de pequeñas columnas, se pasa a las grandes ofensivas y contraofensivas. Adquiere ahora la guerra, desde el punto de vista militar, un carácter moderno que anuncia lo que será la Segunda Guerra Mundial. La aviación comienza a ser el arma fundamental por su capacidad de observación y ofensiva; la caballería es sustituida por los carros de combate; se llega al concepto de «guerra total» al ser bombardeadas las ciudades, con el consiguiente sufrimiento de la población civil y se intensifica la guerra psicológica utilizando la radio (charlas radiofónicas de Queipo de Llano), los periódicos y la llamada «literatura de trinchera» 

En la ofensiva de Franco sobre Madrid (nov. de 1936 -marzo de 1937) se dieron las grandes batallas del Jarama, con combates aéreos, y de Guadalajara, en la que las fuerzas italianas (unidades regulares del ejército y milicias fascistas), enviadas por Mussolini, sufrieron un grave descalabro a manos del renovado y reorganizado Ejército Popular cuando intentaron, mediante una gran operación blindada, avanzar sobre Madrid. Después de esto, según aconsejaba la geoestrategia, Franco abandona la idea de tomar Madrid y determina, para ganar la guerra concentrar los efectivos militares en el Norte hacerse con sus recursos energéticos carbón e industriales (siderurgia y fábricas de armas).

La campaña del Norte comienza con la toma de Bilbao y termina con la caída de Asturias (octubre de 1937). En ella la superioridad material de los sublevados se impone, y los intentos republicanos de aliviar esa presión mediante las ofensivas veraniegas de Brunete y Belchite, no consiguen nada. Tomado el norte, se proyecta la marcha hacía el Mediterráneo, con el fin de partir a la zona republicana en dos y aislar Cataluña. Así, después de recuperar Teruel (tomada en enero de 1938 por la República), las columnas de Franco llegan al mar por Vinaroz (Castellón)

Para contrarrestar la ofensiva franquista e impedir su avance hacia Cataluña por la costa, la República inicia la Batalla del Ebro, donde destacó el general Enrique Líster. En una gran ofensiva, el ejército republicano atraviesa el río y establece una cabeza de puente en Mequinenza para embolsar al ejército enemigo; pero éste reacciona y, con su ya evidente superioridad táctica y material, consigue vencer a los republicanos en una dura batalla de desgaste. La República se encuentra agotada. El camino de Cataluña quedaba abierto y en enero de 1939 cae Barcelona.

 El final de la guerra.  La España republicana quedaba reducida a Madrid capital,  parte de la meseta sur y zona costera levantina hasta Almería. Ante este hecho en Madrid se formó una Junta de Defensa, presidida por el coronel Casado, con el fin de gestionar una rendición honrosa,  aunque Franco sólo admitió una rendici6n incondicional. Las tropas de Franco entraron en Madrid el 28 de marzo y en los días siguientes caerían Levante y Almería. El 1 de abril de 1939, Franco anunciaba en el último parte de la contienda, que «la guerra había terminado». 

Costes de la guerra. Es difícil evaluar con objetividad la cifra de víctimas mortales de la contienda pero el recuento varía desde 300.000 hasta 1.000.000, incluidos las causadas por hambre o enfermedad debido a la escasez y la miseria de la larga guerra.
 -Muertos y desaparecidos en combate: unos 150.000. Hubo unos 400.000 heridos.
-Muertes por represión en la retaguardia: (líderes políticos o sindicales, simpatizantes de una u otra causa, personas de dudosa fidelidad, obreros y campesinos marcados por su militancia, patronos y terratenientes acusados de abusos u odiados por su riqueza). Los ejemplos se multiplicaron: desde fusilamientos en la plaza de toros de Badajoz de cuatro mil personas detenidas tras su conquista por las tropas franquistas de Yagüe, a la ejecución de 2.000 prisioneros políticos, sacados de las cárceles Madrid por los anarquistas y fusilados en Paracuellos del Jarama. Cifras recientes se sitúan en unas 90.000 en zona nacional y 50.000 en zona republicana. Las víctimas en zona republicana fueron causadas por la acción de milicias o comités descontrolados por el Gobierno, quien no fue capaz de protegerlas, y fueron el resultado de la explosión espontánea de odios de clase, de la miseria y la incultura.  Mientras en el bando nacional se practicó una represión premeditada y sistemática, porque las autoridades militares propiciaban y conocían perfectamente los hechos. Murieron 6.817 religiosos en la zona republicana y 15 sacerdotes vascos en zona franquista por apoyar el separatismo. La gente moría por simples envidias o rencillas; otros por motivos más o menos ideológicos (ir o no a misa, asistir a los mítines del rival), es decir, por la falta de respeto hacia la libertad de los demás. Eran muertes sin juicio: eran los famosos “paseos” que realizaban milicianos del bando republicano o falangistas del sublevado. Los cuatro primeros meses de la guerra fueron los peores. También hay que tener en cuenta a los republicanos ejecutados tras la guerra o muertos en las cárceles, considerados, tras juicios sin las más mínimas garantías, que tenían “delitos de sangre”. Fueron entre treinta y cincuenta mil. No se sabe con exactitud porque decenas de miles de las víctimas yacen en fosas comunes, sin identificar y sin ser enterradas debidamente.
 -Exiliados durante v después de la guerra: 500.000. Entre ellos muchos científicos, ingenieros, catedráticos, escritores y artistas. España quedó como un triste desierto intelectual. Sus consecuencias fueron graves, por cuanto retrasó durante varias décadas el desarrollo de España.

Además de todo esto, las infraestructuras quedaron muy dañadas: una parte de la marina mercante se perdió; carreteras, vías férreas, estaciones, puentes, locomotoras se vieron muy afectadas. Al enorme endeudamiento causado por la guerra, hay que añadir la venta del oro del Banco de España (500 Tm.). La caída de producción fue enorme: la agrícola se redujo en más de un 20 %, la industrial en más de un 30 %, y los niveles de producción no se recuperarán hasta bien avanzada la década de los 50. La consecuencia fue el hundimiento de la renta nacional y la renta per cápita.  La realidad inmediata para la gran mayoría de españoles en la larga posguerra fue la miseria y el hambre.

 Moralmente, la guerra dejó marcadas a varias generaciones de españoles por el trauma del sufrimiento durante el conflicto, pero también por la represión posterior y la atmósfera de la España posbélica: un clima de represión, de persecución y de imposición de la escala de valores de los vencedores, que prolongó durante muchos años el odio y el enfrentamiento. Por último, es fácil evaluar el impacto político: España tardaría casi 40 años en articular un régimen político donde la convivencia se organizara en libertad y donde los ciudadanos pudieran ejercer derechos elementales bajo el amparo y la protección de un marco constitucional.

VII. La internacionalización del conflicto

                La guerra civil española fue también un acontecimiento de repercusión mundial en torno al cual, y al apoyo de cada uno de los bandos, se polarizó la actitud de las potencias. En un contexto de consolidación de  las dictaduras fascistas en Alemania e Italia, así como del régimen estalinista en la URSS, la guerra se convirtió en un pulso internacional entre dos grandes modelos: el autoritario (asimilado al fascismo) y el democrático (“antifascista”).

La ayuda al bando sublevado. El papel de las potencias fascistas.  Italia ayudó a Franco por afinidades ideológicas y apetencias estratégicas: deseaba establecer bases en las Baleares. Su ayuda fue muy abundante: 760 aviones, 150 tanques, 1000 cañones y unos 70.000 voluntarios (el CTV), entre unidades regulares y milicias fascistas.

La ayuda de Alemania tal vez se debiera más a causas estratégicas que ideológicas: la España republicana era una aliada natural de Francia y un triunfo de los militares sublevados podría cambiar esta orientación. Hitler quería probar sus nuevas armas, y ayudó de manera decisiva, al enviar la Legión Cóndor, con 650 aviones y unos 6.000 hombres; también llegaron instructores para adiestrar a las tropas franquistas y 110 tanques y 740 cañones. Como contrapartida, los alemanes crearon compañías industriales cuya misión fundamental fue entrar en el capital de sociedades mineras españolas.

Además, Franco contó con la ayuda de voluntarios portugueses e irlandeses y de unos 70.000 combatientes marroquíes (“moros”), muy temidos por el adversario. El gobierno dictatorial portugués de Salazar cedió, además, su territorio para realizar diversas operaciones militares e introducir armamento en España.


La ayuda al gobierno republicano. A Gran Bretaña, recelosa de todo cuanto pudiera incidir en su dominio sobre Gibraltar y el Estrecho, le inquietaba el matiz revolucionario del Frente Popular español y, sobre todo, temía que la ayuda que prestaran las distintas potencias europeas a los dos bandos desembocara en una guerra mundial. Por ello propuso, en septiembre de 1936, la creación de un Comité de No Intervención, que estaría integrado por Gran Bretaña, Francia, Alemania, URSS y otros países. La actuación del Comité resultó una farsa, porque tanto Alemania como Italia continuaron prestando, cínicamente, ayuda a Franco, y la URSS, a la República.

Los mayores inconvenientes de la ayuda recibida por los republicanos eran su dependencia del gobierno existente en Francia (si éste era más izquierdista colaboraba más con la República) . Por esta razón, la ayuda francesa a la República española fue intermitente y escasa (300 aviones muy anticuados). En consecuencia, se debió recurrir a otras fuentes de aprovisionamiento, fundamentalmente material de guerra soviético.

La URSS envió material (1000 aviones, 350 tanques, 1600 cañones), pero apenas hombres, y exigieron una contrapartida económica inmediata. El gobierno de Largo Caballero hubo de autorizar el traslado a Rusia de una parte del oro depositado en el Banco de España y las compras de material se hicieron contra ese depósito.

El gobierno de la República tuvo el apoyo de las Brigadas Internacionales, organizadas por Rusia y,  aunque no todos sus componentes eran comunistas, estaban unidas por un común sentimiento antifascista. Lucharon unos 40.000 hombres, aunque no simultáneamente. En su mayoría eran franceses, alemanes, austriacos, italianos, estadounidenses y británicos.

En cuanto a otros países, en Estados Unidos, el presidente Roosevelt, estaba a favor de la República, pero se hallaba vigente una ley de neutralidad que impedía, en teoría, vender armas a países en guerra. Esto no impidió que algunas empresas petroleras americanas (Texas Company) surtieran a Franco de la mayor parte del petróleo que necesitó. Méjico apoyo claramente a la república y al final de la guerra acogería a miles de exiliados.

En general la ayuda obtenida por el bando nacional fue superior, tanto en número como en calidad, y llegó regularmente. Esto fue decisivo para la victoria final.

VIII.  La evolución política de las dos zonas

Zona republicana. Las mayores divergencias entre los miembros del Frente Popular fueron precisamente los relativos a la revolución y a la constituci6n del ejército. Las posturas extremas fueron las representadas por el Partido Comunista y por los anarquistas; los republicanos fueron más proclives a aceptar los planteamientos comunistas y los socialistas estaban profundamente divididos y su actitud fue dubitativa y oscilante.

Los comunistas defendieron una postura opuesta a la que habrán mantenido hasta entonces, ya que ahora insistían en conceder toda la importancia a la  necesidad de ganar la guerra, dejando la revolución para después. De esta forma, el Partido Comunista logró, por una parte, la adhesión de pequeños propietarios temerosos de la revolución y, por otra, la de aquellos militares que estaban indignados con la ineficacia de las milicias populares.

En cambio, los anarquistas  y el POUM pensaban que la sublevación había creado las condiciones objetivas para el estallido de la revolución. Guerra y revolución tenían que ser dos procesos paralelos: no se podrá ganar la guerra sin hacer la revolución.
En septiembre de 1936, cuando la situación militar era muy difícil, Manuel Azaña, nombró jefe de gobierno al socialista Largo Caballero, que fue recibido con «tolerancia y comprensión» por los anarquistas, quienes, sorpresivamente, entrarían a formar parte del gabinete. Lo que dificultó la gestión de este gobierno fueron los continuos roces de los anarquistas con todos los demás grupos políticos que propiciaban la unificaci6n de esfuerzos en pro del triunfo militar. En mayo de 1937 se produjo un conflicto en Barcelona, entre la Generalitat, apoyada por el PSUC, que era comunista, contra los anarquistas de CNT-FAI y el trotskista POUM, que degeneró en una lucha confusa con 500 muertos. Estos sucesos provocaron la caída de Largo Caballero y la eliminación definitiva, como unidades militares, de las milicias, consolidándose un ejército convencional con base en la disciplina. El sucesor de Largo Caballero fue el catedrático de medicina Juan Negrín, que insistió en la prioridad del esfuerzo militar, el orden, la autoridad del gobierno y la centralización de las decisiones. Los anarquistas lo calificaron de «contrarrevolucionario». Otra acusación contra él fue la de que estaba dominado por los comunistas: hay que recordar que al final de la guerra éstos controlaban la mayor parte de las jefaturas de los ejércitos de tierra, mar y aire, así como las direcciones generales de Seguridad y Carabineros. 

Zona “nacional”. También en el bando franquista existieron corrientes opuestas, pero en él se consiguió la unidad de forma efectiva. Aquí, el sentimiento cató1ico y anti revolucionario constituyó el factor decisivo de aglutinamiento de los distintos partidos y opiniones, mientras que el ejército desempeñó un papel hegemónico también en el terreno político. La Iglesia bendijo la sublevación militar casi desde el principio, bautizándola como “Cruzada de Liberación Nacional contra el ateísmo rojo”, y a Franco como “Caudillo de España por la Gracia de Dios”. A partir de ese momento, fue cómplice y colaboradora en todo momento.

Esos factores hicieron posible que los sublevados lograran la unidad sin excesivos inconvenientes aunque al principio no fuera fácil. Una jefatura única  hubiera podido ser la del general Sanjurjo, pero éste murió en accidente de aviación en Portugal el mismo 18 de julio. A finales de este mes se estableció una Junta Militar presidida por el general Cabanellas que pronto se reveló insuficiente como órgano político e incluso militar. Generales monárquicos y africanistas insistieron en la necesidad de lograr una mayor unidad a través de una jefatura única, que debería sería del general  Franco. Finalmente, se proclamó a éste «jefe del gobierno del Estado», fórmula imprecisa que éste transformó en una verdadera Jefatura del Estado. Además, la guerra civil le convertiría en «caudillo» es decir, líder indiscutido, que reunía todos los poderes: Jefe del Estado, Presidente del Gobierno, Jefe Nacional del Movimiento y Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire.

Sin embargo, subsistían problemas de carácter político. La situación era propicia a los partidos de extrema derecha: monárquicos alfonsinos, carlistas y falangistas y en la primavera de 1937 hubo en este bando, como en el adversario, graves disidencias internas que concluyeron en el mes de abril de dicho año con el Decreto de Unificación en un partido único que reuniría a todos aquellos sectores políticos que apoyaban el golpe, especialmente a los dos más importantes: carlistas y falangistas. Los falangistas, que tenían una fuerza muy reducida en el año 1936, vieron aumentar sus efectivos en forma de una verdadera avalancha de adhesiones. Procedentes fundamentalmente de la CEDA, que  había desaparecido prácticamente. Los carlistas se encontraban divididos. 
Aparte de propiciar una política reaccionaria en materias educativas y religiosas, el régimen distó mucho de configurarse de una manera clara en esta primera etapa de su existencia. El único texto constitucional aprobado fue el Fuero del Trabajo que no pasaba de ser una declaración de principios de carácter social. Cuando, a comienzos del año 1938, se produjo la formación de un gobierno, su composición heterogéneo demostró la pluralidad de componentes que existían en el bando sublevado.




                         


           Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
                 al mundo, te guarde Dios.
                                               Una de las dos Españas
                                               ha de helarte el corazón.
                                                                                      Antonio Machado, Proverbios y cantares, LIII
               



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